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Desierto

DAY 12 OF 30

Dios está presente, siempre

La presencia de Dios es uno de esos misterios que nos acompañan toda la vida. A veces se siente con claridad y otras veces parece que no está. He estado en reuniones de oración donde la presencia de Dios es tan notoria que se vuelve imposible cortar el momento.

Recuerdo una ocasión en la que estábamos en un servicio dominical con uno de nuestros líderes de alabanza. Yo pensaba que ya era hora de terminar y él trataba de ayudarme a cerrar… pero no podíamos. La gente seguía orando y era evidente que la presencia de Dios estaba obrando. ¿Qué significa eso? Que no podíamos interrumpir, porque Dios estaba haciendo algo en ese instante.

Y alguien podría preguntar:“¿Acaso eso quiere decir que a veces Dios está y otras veces no?” ¡Para nada! El principio es distinto: la presencia de Dios siempre está, pero no siempre se siente.

Cuando decimos:“La presencia de Dios se estaba moviendo con fuerza”, no estamos afirmando que antes no estuviera. Lo que queremos decir es que en ese momento se estaba manifestando de manera activa: sanando corazones, restaurando vidas, perdonando pecados, liberando cautivos, o simplemente dejando que la gente experimente su cercanía.

Pero aun cuando no lo sientas, Él sigue ahí, porque la presencia de Dios no es algo que depende de emociones. No es algo que necesariamente se siente: es algo que se sabe.

El salmista lo entendió bien:“Una cosa sé: Dios está conmigo.” Y esa certeza es la que cambia todo.

Dios está contigo cuando conduces en el tráfico, cuando cocinas en casa, cuando trabajas en la oficina o cuando subes al ascensor. Está contigo cuando estás rodeado de gente y también cuando la soledad te aprieta. Está en la cárcel con el preso y en la clínica con el enfermo. Su presencia no depende del lugar, depende de su promesa:“Nunca te dejaré ni te abandonaré.”

El reto está en que nosotros debemos desarrollar una certeza de su presencia. Porque cuando no la sentimos, las dudas se cuelan:“¿De verdad me escucha? ¿De verdad está conmigo? ¿De verdad le importo?”

Por eso Isaías 41:10 nos recuerda:“No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa.”

No siempre lo vas a sentir, pero siempre puedes estar seguro de que Él cumple lo que promete.

Cuando llegas a esa convicción, nunca más vuelves a estar solo. Puedes atravesar un desierto, sentir la soledad, experimentar el silencio… pero sabes que Dios está ahí. Y esa certeza hace que el miedo retroceda, que la duda pierda poder y que la fe se fortalezca.

Es, probablemente, una de las cosas más importantes que debemos desarrollar mientras vivimos en este mundo. Porque cuando estemos con Él en la nueva Jerusalén, ya no necesitaremos certeza, lo veremos cara a cara. Pero aquí y ahora, vivir por fe significa aprender a confiar en que Él está presente aunque no lo sienta.

Reflexión

Quizás hoy no sientes nada: ninguna emoción al orar, ningún fuego al cantar, ningún entusiasmo al leer la Biblia. Está bien. La fe no depende de eso. Tu certeza no está en lo que sientes, sino en lo que sabes: Dios está contigo. Siempre. Oras, cantas, lees, no porque lo sientes, sino porque sabes que Dios está. Él está.

👉 ¿Qué puedes hacer en tu vida diaria para fortalecer la certeza de que Dios está contigo, incluso cuando no lo sientes?

About this Plan

Desierto

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.

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