DesiertoSample

La misma mano que quiebra es la misma mano que sana
Hay una verdad que puede sonar dura, pero que en realidad está llena de esperanza: si Dios te va a usar, primero te va a trabajar, y muchas veces eso significa quebrarte.
Eso no debería causarnos temor. ¿Por qué? Porque grande es su misericordia, incomparable su bondad y perfecto su amor. Pablo decía que incluso lo “débil de Dios” es más fuerte que lo más fuerte de los hombres. Así que, si Dios decide disciplinarnos, lo hace desde una fuerza y una ternura que nunca podríamos imaginar.
Cuando Dios llevó a Israel al desierto, no lo hizo para destruirlos, sino para sacar de sus corazones todo rastro de Egipto. Quería extirpar la esclavitud interior. Y mientras los quebraba en carácter, les mostraba cuidado: no les faltó alimento, sus ropas no se gastaron, sus pies no se hincharon.
Ese es nuestro Dios: la misma mano que poda es la mano que sostiene. La misma mano que disciplina es la que alimenta. La misma mano que quiebra es la que sana.
El problema es que solemos ver la disciplina como castigo, cuando en realidad es amor. Un padre que ama corrige. Un padre que ama podará lo que sobra para que sus hijos crezcan fuertes.
Como papás, a veces tenemos que quitar un celular, limitar una salida con amigos, o decir “no” a un capricho para que nuestros hijos aprendan. No lo hacemos por crueldad, lo hacemos porque sabemos que necesitan crecer.
Dios hace lo mismo. Sus “no” no son rechazo, son dirección. Sus podas no son desprecio, son preparación. Sus quiebres no son finales, son comienzos.
He escuchado a más de uno decir:“Por eso no quiero meterme de lleno en servir al Señor, porque tengo miedo de lo que me puede pasar.”
No te va a pasar nada malo. Sí, Dios te va a trabajar, te va a disciplinar, te va a moldear. Pero todo eso es para bien. No olvides que la Biblia promete que Él enjugará cada lágrima y sanará cada herida. La disciplina no anula la ternura de Dios, la revela.
Jesús Adrián Romero lo expresó en una canción:“Me sabe a leche, me sabe a miel… Me sabe bien la vida contigo.” Acercarse a Dios no es una condena al sufrimiento. Es descubrir que, aunque haya lágrimas, también hay sanidad. Aunque haya podas, también hay fruto. Aunque haya desierto, también hay promesa.
Deuteronomio 8:2-5 lo deja claro: Dios guió a Israel por el desierto para humillarlos, probarlos, revelar su carácter y enseñarles dependencia. No solo quería sacarlos de Egipto; quería sacar a Egipto de ellos. El problema es que Israel quería la mano poderosa de Dios en su favor, pero no querían al Dios que usaba esa mano.
Y lo mismo hace con nosotros. Quiere que dejemos de aferrarnos a viejas cadenas, que aprendamos a depender de Él, que seamos completos, listos para el llamado.
Por eso no debemos temer a la disciplina. Debemos abrazarla. Porque de su mano, hasta las pruebas se convierten en bendición.
Reflexión
Quizás hoy sientes que Dios te está quebrando. Que está cortando cosas que te gustaban, que está disciplinando áreas en las que creías estar fuerte. No te asustes: esa misma mano que hoy poda es la que mañana sanará. Esa misma mano que te quiebra es la que te levantará.
👉 ¿Qué áreas de tu vida sientes que Dios ha quebrado para luego sanarlas? Recuerda: si Dios te disciplina, es porque piensa usarte.
👉 A veces tememos que Dios nos "quiebre" porque sabemos anticipadamente qué es lo que está mal en nosotros. ¿Hay algo así de mal en tu vida?
About this Plan

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.
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