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Desierto

DAY 30 OF 30

Todo desierto termina

Llegamos al final de este viaje de treinta días por el desierto. ¡Y qué recorrido ha sido! Hemos caminado por la soledad, hemos aprendido a confiar, hemos lidiado con tentaciones, hemos escuchado la voz de Dios en medio del silencio, y ahora, al mirar atrás, descubrimos algo poderoso: el desierto nos enseñó a agradecer.

La gratitud es la respuesta natural de quien ha visto a Dios sostenerlo en medio de su fragilidad. El mundo nunca podrá saciarte, siempre te pedirá más, siempre dejará un vacío. Pero en Dios hay saciedad, hay satisfacción completa. Gratitud es como hacer una auditoría de tu vida y reconocer que todo lo bueno que tienes proviene de Él. ¿Respiras? Es un regalo. ¿Tienes techo, ropa, comida, familia, amigos? Son dádivas suyas. Como dice la Escritura:“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces” (Santiago 1:17).

En el desierto es fácil enfocarse en lo que falta y volverse un quejón profesional. Pero cuando aprendes a contar bendiciones, tu perspectiva cambia. Empiezas a decir: “Señor, gracias porque aunque no tengo todo lo que quisiera, tengo lo que necesito. Gracias porque nunca me has dejado.”

Israel conoció la provisión de Dios en el desierto: maná del cielo, agua de la roca, codornices para alimentarse, nube de día y fuego de noche. Aparecieron serpientes, Dios ya tenía la solución antes de que tuvieran el problema. ¡Lo tenían todo para agradecer! Pero muchas veces se quejaron. Y más adelante, en Babilonia, aprendieron a agradecer por miedo, como un ritual vacío, no como fruto de un corazón sincero. Cuando la gratitud no nace del corazón, se convierte en fórmula. Pero cuando brota de la certeza de que somos libres en Cristo, se convierte en adoración.

Tú y yo ya somos libres. Jesús rompió nuestras cadenas. Ya no somos esclavos del pecado ni del miedo, y de esa libertad brota la verdadera gratitud. No es un formulismo, es un estilo de vida. Es abrir los ojos cada mañana y decir: “Gracias, Señor, por un día más. Gracias porque estás conmigo en la alegría y en el dolor. Gracias porque incluso en el desierto me enseñaste quién eres.”

Salir del desierto no significa que nunca más enfrentaremos pruebas. Significa que ahora sabemos que Dios nunca nos suelta de la mano. Eso es motivo suficiente para agradecer cada día, aún en medio de lo que no entendemos.

Hoy te invito a que cierres estos treinta días con un compromiso: vive agradecido. Que la gratitud sea tu respiración diaria. Y más aún, acércate a Jesús. Si todavía no lo has hecho, este es el momento de decirle: “Señor, quiero que seas el centro de mi vida”. Gracias porque me sacaste del desierto y me diste propósito.”

Y si ya caminas con Él, te animo a que no te detengas aquí. Sigue creciendo, sigue buscando. En Jazôn estamos para acompañarte en ese camino: en cada mensaje, en cada recurso, en cada espacio, queremos ayudarte a conocer más a Dios y a vivir el propósito para el cual fuiste creado, porque estamos convencidos de que todo el que encuentra a Dios, encuentra vida.

El desierto fue solo una etapa. Ahora es tiempo de agradecer, de vivir con libertad y de abrazar con gozo el futuro que Dios tiene para ti.

Reflexión final

👉 ¿Por qué cosas concretas puedes agradecer hoy, al terminar este recorrido de 30 días?

👉 ¿Qué pasos puedes dar para que la gratitud se convierta en tu estilo de vida, y no en una fórmula vacía?

👉 ¿Qué vas a hacer para cultivar gratitud por lo que tienes y quitar tus ojos de aquello que te falta?

Gracias por haber caminado con nosotros durante estos treinta días. Te animamos a seguir encontrando esperanza y propósito en Jesús y a profundizar en tu fe con más contenido en nuestras redes sociales de Jazôn. Las prédicas que complementan este devocional se hallan en la playlist Desierto, en nuestro canal de YouTube.

About this Plan

Desierto

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.

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