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Desierto

DAY 17 OF 30

La bendición está a la vuelta de la esquina, para el corazón bien ubicado

Santiago 1:12 lo dice con fuerza:“Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman.”

El desierto no dura para siempre. Tiene un inicio y un final. Y cuando termina, la persona que lo atraviesa ya no es la misma, ha aprendido a vivir con bendición y también sin ella. Ha descubierto que su premio no es lo que tanto pedía, ni lo que tanto anhelaba. Su premio es Cristo.

Uno de los mayores regalos del desierto es este: te obliga a preguntarte por qué sigues a Jesús. ¿Es por lo que puede darte, o por quién es Él?

Pedro lo explicó en su carta:“Estas pruebas demostrarán que su fe es auténtica. Está siendo probada de la misma manera que el fuego prueba y purifica el oro, aunque la fe de ustedes es mucho más preciosa que el mismo oro.” (1 Pedro 1:7).

Las pruebas son como un horno. No las disfrutas, pero revelan de qué estás hecho. Y lo más importante, muestran si tu fe se sostiene en las bendiciones o en quien bendice.

El mundo insiste en que el objetivo de la vida es ser feliz. Y bajo esa lógica, terminamos atrapados en frases como:“Voy a ser feliz el día que consiga ese trabajo… el día que me case… el día que tenga hijos… el día que me sane… el día que logre…” El problema es que la lista nunca acaba. Y en esa carrera por alcanzar una felicidad efímera, se nos va la vida.

Pero Jesús redefinió el sentido de la vida: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” (Juan 17:3).

El sentido de la vida no es acumular momentos felices, sino conocer más a Dios y amarle más. Y ahí, incluso en medio del desierto, encuentras un gozo que no depende de tener o no tener.

Volvamos a la ilustración de las promociones: la gente busca la “tapa marcada” como si fuera lo que define el valor de la botella. De la misma manera, muchos se acercan a Dios igual, buscando la “promo”: los panes, los peces, el milagro inmediato. Pero cuando entiendes lo que el desierto te enseña, puedes decirle a Jesús lo mismo que Pedro:“No te sigo por la tapa marcada. No te sigo por los panes y los peces. Te sigo porque solo tú tienes palabras de vida eterna.”

Ese es el corazón bien ubicado, el que sabe que la verdadera bendición no es el milagro puntual, sino la relación eterna con Cristo.

Cuando perseveras en la prueba, Dios promete una corona. Pero no es de oro ni de laureles. Es la corona de la vida, una recompensa que no se marchita y que nadie puede quitarte.

Esa corona no consiste en que todo salga bien, sino en que al final puedas decir:“Señor, te amé en la abundancia y en la escasez, en la salud y en la enfermedad, en la risa y en las lágrimas.”

El desierto purifica tu fe para que llegues al punto de seguir a Jesús no por lo que te da, sino porque Él mismo es la vida.

Reflexión

Quizás hoy pienses que tu bendición nunca llega. Pero escúchame, está a la vuelta de la esquina. Y no me refiero solo a la respuesta que esperas, sino a la bendición más grande de todas: Cristo mismo.

👉 ¿Qué mueve tu fe hoy: la esperanza de una bendición o el amor por Cristo?

👉 Pensamos que nuestra temporada es un desierto porque no hemos recibido lo que hemos pedido, pero, ¿no será más bien que esa respuesta pendiente es Dios tratando de mostrarte algo por pulir? ¿Qué es?

About this Plan

Desierto

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.

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