DesiertoSample

La tentación ataca
Mateo 4:1 dice:“Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que allí lo tentara el diablo.”
No deja de sorprenderme, fue el Espíritu quien condujo a Jesús al desierto. Y ahí, justo en ese escenario, el enemigo apareció para atacar. Es su estilo, aprovechar los momentos de vulnerabilidad para tratar de desacreditar a Dios. Sus susurros siempre suenan igual:“¿No era que nunca te dejaría solo?” O peor aún:“Ya estás tan embarrado que mejor peca buen pecado.”
La tentación siempre busca dos cosas:
- Dañar tu relación con Dios.
- Convencerte de que no vale la pena resistir.
Y en el desierto, donde la sequedad es real, esa voz parece más fuerte.
Muchos de nosotros, en lugar de aprovechar el desierto como tiempo de comunión con Dios, lo transformamos en terreno fértil para el pecado. Y la sequedad espiritual se convierte en culpa espiritual.
El salmista lo describe con brutal honestidad en el Salmo 38:“Mi culpa me abruma; es una carga demasiado pesada para soportar. Mis heridas se infectan (...) a causa de mis necios pecados. Me retuerzo atormentado por el dolor; todo el día estoy lleno de profunda tristeza.”
Ese es el efecto del pecado, culpa que te aplasta, vergüenza que te ahoga, tristeza que te consume. Y justo ahí aparece otra mentira del enemigo: que ya no hay salida, que estás condenado a hundirte.
El enemigo te hunde en culpa para destruirte. Dios te conduce al arrepentimiento para levantarte. Esa es la gran diferencia. Uno te encierra, el otro te libera. Uno te condena, el otro te restaura.
La tentación no es el fin de la historia. Y aunque todos hemos caído, la gracia de Dios siempre nos alcanza.
Pablo escribió que“No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no los dejará ser tentados más de lo que ustedes pueden soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la puedan resistir.” (1 Corintios 10:13).
La clave está en entrenar el músculo de la resistencia. Y como cualquier músculo, requiere disciplina.
Algunas formas prácticas:
- Resistir con paciencia. Santiago nos anima:“Resistan al diablo y huirá de ustedes.” No es instantáneo, pero la tentación no dura para siempre.
- Los primeros 23 minutos. Parece loco, pero se ha demostrado que si logras resistir 23 minutos de una tentación, la intensidad comienza a bajar. En lugar de ceder, usa ese tiempo con disciplina: lee un versículo, ora, canta, escribe algo que glorifique a Dios. Esa elección rompe el ciclo.
- Cuidado con el celular. Esa pequeña cajita negra (o dorada, o roja… gracias Steve Jobs) concentra casi todas las tentaciones modernas: distracciones, comparaciones, adicciones, placeres inmediatos. No lo subestimes. Ponle límites antes de que él te limite a ti.
Y recuerda, ninguna tentación dura para siempre. Todas tienen un punto de fuga.
La buena noticia es que, si caes, hay misericordia. Siempre hay gracia para volver a empezar. Pero si resistes, la victoria te hace más fuerte. Cada vez que superas la soledad y la presión del desierto, tu fe se robustece.
Jesús salió del desierto en el poder del Espíritu. Y tú también puedes salir más fuerte de lo que entraste.
Reflexión
El desierto no es únicamente prueba, también es entrenamiento. Allí se expone tu vulnerabilidad, pero también se forja tu carácter. El enemigo quiere que el desierto sea tu tumba; Dios quiere que sea tu gimnasio espiritual.
👉 ¿Qué tentación estás enfrentando ahora mismo? Recuerda que no dura para siempre, y que con Dios siempre hay una salida.
👉 ¿Cómo vas a aplicar el principio de los 23 minutos?
About this Plan

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.
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