DesiertoSample

Adán en el Día de la Madre
¿Adán tenía ombligo? Nunca lo sabremos en esta vida. Pero sí sabemos que hay un dicho popular que dice:“Más perdido que Adán en el Día de la Madre.” Esa frase resume una sensación que todos conocemos: sentirnos solos, tan solos que nos parece que estamos perdidos.
El actor Robin Williams, que falleció en 2014, dijo una vez:“Estar rodeado de gente y sentirse profundamente solo.” No es una exageración, entre el 33% y el 40% de la población mundial admite sentirse sola, ocasional o permanentemente. Y quizá tú mismo lo has vivido.
¿Por qué Dios permite la soledad?
La pregunta es inevitable: si Dios nos ama, ¿por qué permite que pasemos por temporadas de soledad?
Oseas 2:14 nos da una pista:“Llevaré a Israel al desierto y allí, con mucho cariño, haré que se vuelva a enamorar de mí.” La intimidad requiere soledad. El ruido, las multitudes y las rutinas distraen. Pero en la soledad, Dios puede conquistar tu corazón otra vez.
El problema es que la soledad casi siempre comienza como algo doloroso. El salmista lo expresa en el Salmo 10:“Señor, ¿por qué permaneces tan distante? ¿Por qué te escondes cuando estoy en apuros?” Y en el Salmo 13 clama:“Mi Señor y Dios, ¿vas a tenerme siempre olvidado? ¿Vas a negarte a mirarme? ¿Debe seguir mi corazón siempre angustiado, siempre sufriendo? ¿Hasta cuándo el enemigo me va a seguir dominando?”
Quizá esa sea tu pregunta hoy:“¿Dónde estás, Dios? ¿Te importa lo que me pasa?”
Si te sientes así, bienvenido al club. La Biblia está llena de hombres y mujeres que enfrentaron momentos de profunda soledad: David, Moisés, Josué, Elías, Esther, Rut y Noemí, Pablo, y hasta Jesús mismo. Todos pasaron por noches largas de lágrimas y preguntas.
El Salmo 6 lo describe con crudeza:“Estoy agotado de tanto llorar. Toda la noche inundo mi cama con llanto; empapo con lágrimas mi lecho. Mi dolor nubla mi vista.”
¿Y qué aprendieron en esas noches? Que el desierto y la soledad no son castigos, sino entrenamientos. La soledad incrementa nuestra necesidad de intimidad con Dios.
La soledad no solamente nos vacía de ruido, también derriba altares que construimos sin darnos cuenta. Cosas en las que pusimos confianza, cimientos de arena que, tarde o temprano, se desmoronan. Ahí, cuando todo se viene abajo, queda lo esencial: Dios y tú.
También me ha tocado experimentar momentos de mucha soledad, recuerdo buscar cualquier pretexto para salir en el auto, aunque sea “simplemente a comprar pan”, como una excusa para tener unos minutos de desahogo. Llorar, hablar con Dios, vaciar el corazón. Y es válido. La soledad puede doler, pero también se convierte en ese espacio donde descubres que Dios ha visto cada lágrima y que la ayuda está en camino.
Lo extraño es que Dios usa justo lo que nos duele para enamorarnos de nuevo. Lo hizo con Israel en Oseas, lo hace contigo y conmigo hoy. El desierto y la soledad no son el final de la historia, son el proceso que prepara una relación más íntima con Él.
Cuando entiendes esto, tu perspectiva cambia. La soledad ya no es abandono, es invitación. Ya no es un callejón sin salida, es el aula donde aprendes a reconocer la presencia de Dios como nunca antes.
Reflexión
Tal vez ahora mismo te sientes como Adán en el Día de la Madre: fuera de lugar, perdido, solo. Pero no olvides esto, tu soledad no es olvido. Dios la usa para acercarte más a Él, para derribar falsos apoyos y para recordarte que nunca estás realmente solo. El silencio de Dios jamás significará la ausencia de Dios.
👉 ¿Qué altares necesitas derribar en tu tiempo de soledad para volver a enamorarte de Dios?
👉 ¿Qué espacios de soledad estás dispuesto a abrazar esta semana para reenamorarte del Señor?
About this Plan

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.
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