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Desierto

DAY 6 OF 30

La certeza de su presencia

Hace unas semanas una hermana de Jazôn me compartió un audio de WhatsApp. Era de un hermano que también asiste a la iglesia, aunque confieso que aún no he tenido el gusto de conocerlo. Tal vez ya lo saludé sin saber que era él, pero su testimonio me marcó.

En ese audio, este hermano contaba lo difícil que le había sido encontrar una iglesia. Llevaba mucho tiempo buscándola. Un día escuchó de Jazôn, aunque para él era complicado llegar hasta el lugar. Tenía que tomar tres buses distintos, salir temprano de su casa, hacer un esfuerzo enorme. Y sin embargo, lo hizo.

Me impresionó lo que relató después:“Desde el momento en que entré, sentí la presencia de Dios.” Lo percibió en el anfitrión que lo recibió en la puerta, en el café y las masitas que le ofrecieron gratuitamente, en la música, en el ambiente, en el mensaje. Y aunque todo le resultaba complicado, dijo algo que me quebró:“Quiero seguir viniendo porque aquí he encontrado la presencia de Dios. Hace tiempo que no la sentía.”

Ese audio lo perdí cuando mi WhatsApp se borró, pero no perdí la memoria de sus palabras. Y me recordó algo central, no todas las personas se dan cuenta cuando Dios está presente en un lugar.

Cuidado, no digo que Dios solo esté en Jazôn, ¡por favor! Dios es omnipresente, Él está en todas partes. Pero una cosa es que Dios esté, y otra que manifieste su presencia de manera especial y palpable.

Y cuando lo hace, muchos no lo perciben. Desarrollar esa certeza de su presencia es casi tan importante como conocerlo. Porque cuando aprendes a reconocer que Él está contigo, nunca más vuelves a sentirte solo.

El desierto, paradójicamente, nos entrena en esto. Nos lleva a la soledad para enseñarnos que, aunque todos se hayan ido, Dios permanece. Es ahí donde aprendes que no estás solo, que Él camina contigo incluso en el silencio.

Marcos Witt, alguien que influyó mucho en mi caminar, escribió hace años una canción describiendo su experiencia después de un concierto. El estadio estaba vacío, la multitud se había ido, él subía al auto rumbo a un hotel solitario, lejos de su familia. Y se preguntaba:“¿Por qué lo hago? ¿Cuál es el motivo de mi corazón?” La respuesta llegó en el coro:“Es por ti, por el amor que me has mostrado. Es por ti, porque tu sangre me ha lavado. Si algo he logrado, si algo he hecho, ha sido por ti, Señor, solo por ti.”

Ese es el secreto: desarrollar la certeza de que Él está contigo en todo momento.

La diferencia que hace su presencia

Piensa en esto:

  • No es lo mismo entrar a una entrevista de trabajo sintiendo que estás solo, que entrar sabiendo que Dios te sostiene de la mano.
  • No es lo mismo enfrentar una cirugía lleno de miedo, que entrar al quirófano con la convicción de que Él está contigo.
  • No es lo mismo estar en la celda de una cárcel pensando que tu vida se acabó, que saber que Jesús sigue ahí, a tu lado.
  • No es lo mismo cargar a tu hijo recién nacido sintiendo que es únicamente tu responsabilidad, que reconocer que también estás en los brazos de Dios.

Esa certeza cambia todo. No hace que seas superior a otros, pero sí te da una ventaja inmensa, la seguridad de que no caminas solo.

¿Y sabes qué? Muchas veces es el desierto el que te enseña esto. Es el desierto el que te obliga a dejar de pelear con Dios y a reconocer que, aunque no entiendas, Él sigue ahí. Puede que llegues a ese punto con orgullo roto, como un perro con el rabo entre las piernas, pero llegas y descubres que el desierto, aunque duro, te entrena para reconocer su presencia de una manera que jamás olvidarás.

Jacob lo vivió en Génesis 28. En un sueño vio la escalera al cielo, ángeles subiendo y bajando, y despertó sorprendido:“Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.” Esa es la lección: aprender a darte cuenta.

Reflexión

No todos reconocen cuando Dios se manifiesta. Pero tú puedes aprenderlo. Y una vez que lo haces, tu vida nunca más vuelve a ser igual.

👉 ¿Qué vas a hacer para desarrollar la certeza de que Dios está presente en tu vida, incluso en el desierto?

About this Plan

Desierto

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.

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