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Desierto

DAY 29 OF 30

El desierto te enseña a vivir bajo un pacto

El desierto no es sólo un lugar de pruebas y carencias. Es, sobre todo, el espacio donde Dios enseña a su pueblo a vivir bajo pacto. Allí, lejos de Egipto y antes de entrar en la tierra prometida, Israel tuvo que aprender que ya no se trataba de ser esclavos ni de sobrevivir con lo mínimo, sino de caminar bajo un acuerdo eterno con el Señor: “Si me obedeces, tú serás mi pueblo y yo seré tu Dios.”

Éxodo 24:3 lo narra con fuerza: “Después Moisés descendió y le repitió al pueblo todas las instrucciones y ordenanzas que el Señor le había dado, y todo el pueblo respondió a una voz: «Haremos todo lo que el Señor ha ordenado».” Ese momento es fundamental, porque el pacto no es un documento firmado con tinta, es una respuesta de fe y obediencia.

El pacto de Dios siempre apunta a lo mismo: lealtad. Por eso, el clamor central del pueblo judío hasta hoy sigue siendo el Shemá: “¡Escucha, Israel! El Señor es nuestro Dios, solamente el Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas." No se trata de emociones pasajeras ni de cumplir de manera mecánica. Se trata de una entrega total.

La Biblia, de principio a fin, es una gran historia de lealtades. Josué lo expresó en su discurso final: “Elige hoy a quién servirás. Pero yo y mi casa serviremos al Señor.” La vida de fe siempre se juega en esa decisión: ¿a quién vas a ser fiel? ¿A tu comodidad, a tu propio criterio, a los ídolos modernos… o al Dios que te hizo libre?

Y si algo deja claro la Escritura es que a Dios no lo impresiona ni tu elocuencia ni tus sacrificios, ni tu “performance” religiosa. Lo que le conmueve es muy sencillo y al mismo tiempo profundamente radical: que le creas (fe) y que le hagas caso (obediencia).

Déjame ilustrarlo con algo cotidiano. Imagina a un hijo con su cuarto completamente desordenado. El papá le dice: “Ordena tu cuarto.” El hijo responde: “Papá, he leído un libro sobre la importancia del orden.” Otro día dice: “Papá, estoy organizando un congreso de desordenados anónimos.” Y al final… el cuarto sigue igual de desordenado. Eso es exactamente lo que hacemos cuando decimos que amamos a Dios, pero no obedecemos sus mandamientos. Obediencia a medias es desobediencia.

Jesús lo resumió con claridad en Juan 14:21: “Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman. Y, porque me aman a mí, mi Padre los amará a ellos. Y yo los amaré y me daré a conocer a cada uno de ellos.” ¿Quieres conocer más a Dios? ¿Quieres experimentar más de su presencia? La clave no es un rito más, ni una emoción más intensa, ni un congreso más grande. La clave es obedecer.

Claro, si obedecer te parece un fastidio, si tu corazón dice “¿por qué tengo que hacerlo?”, es porque todavía no conoces a Dios lo suficiente. Cuando conoces su carácter, su amor, su fidelidad, obedecer deja de ser una carga. Como dice 1 Juan 5:3-4: “Amar a Dios significa obedecer sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga difícil de llevar. Pues todo hijo de Dios vence a este mundo de maldad, y logramos esa victoria por medio de nuestra fe.”

La obediencia nunca es un peso cuando amas de verdad. Piensa en alguien que amas profundamente: a tu esposo o tu esposa, a tus hijos, a tus papás. Hacer algo por ellos no lo sientes como una obligación, sino como un privilegio. Lo mismo sucede con Dios. Obedecer es la respuesta natural de amor de quien le ha conocido.

Y aquí conectamos con la gran enseñanza del desierto: no se trata solo de sobrevivir a la escasez, sino de aprender a vivir bajo pacto. Dios llevó a Israel a ese lugar inhóspito para mostrarles que vivir bajo sus mandamientos era la verdadera vida. El maná, el agua de la roca, la nube y el fuego eran solo señales que apuntaban a una verdad más profunda: no solo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios.

Reflexión

El desierto te entrena para dejar de quejarte y comenzar a obedecer. Para dejar de preguntar “¿por qué yo?” y empezar a decir “sí, Señor, confío en ti”. Para pasar de vivir como esclavo de tus circunstancias a vivir como hijo bajo pacto.

Y cuando eliges vivir bajo pacto, algo cambia para siempre, descubres que la vida no es una suma de cargas pesadas, sino un caminar ligero sostenido por el amor de Aquel que nunca falla.

👉 ¿Tu obediencia a Dios es completa o parcial?

👉 ¿Hay áreas donde sigues diciendo “sí” de palabra, pero tu cuarto sigue desordenado?

👉 ¿Cómo cambiaría tu actitud si entendieras que obedecer no es un peso, sino una respuesta de amor?

About this Plan

Desierto

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.

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