DesiertoSample

De quejas a obediencia
El desierto nunca es cómodo. Es un lugar de presión, de sequedad y de pruebas que parecen interminables. Pero precisamente ahí es donde Dios nos entrena en obediencia. Y aunque no lo parezca, ese entrenamiento es más valioso que cualquier otra cosa porque transforma nuestra relación con Él.
Israel es el ejemplo más claro. El pueblo se quejaba constantemente: por el agua, por la comida, por la dureza del camino, incluso porque anhelaban volver a la esclavitud antes que seguir avanzando. El desierto les mostró que sus corazones estaban más inclinados a reclamar que a obedecer. Y esa misma tendencia vive también en nosotros.
Lo interesante es que, detrás de cada queja, se esconde una oportunidad de obediencia. Como si el Señor nos dijera: “Entiendo tu dolor, entiendo tu cansancio, pero quiero que me creas lo suficiente como para seguirme aun cuando no entiendas todo.”
El profeta Samuel lo dijo sin rodeos:“La obediencia es mejor que el sacrificio” (1 Samuel 15:22). Dios no busca gestos vacíos ni rituales externos. Busca corazones que confíen en Él lo suficiente como para hacerle caso, aun cuando no lo comprendan todo.
Esto es clave, la obediencia no es fruto de entenderlo todo, sino de confiar en quien nos guía. Y esa es la diferencia entre la queja y la fe. Quejarme es decir: “No me gusta lo que estoy viviendo, no creo que esto tenga sentido”. Obedecer es decir: “No me gusta lo que estoy viviendo, pero confío en ti, Señor, porque sé que esto tiene propósito”.
Al otro lado de las quejas está la obediencia.
El desierto en la Biblia es cíclico. Israel pasó por él, Moisés pasó por él, Jesús mismo fue llevado al desierto. Y tú y yo, tarde o temprano, también pasaremos por ahí. ¿Por qué? Porque hay cosas que solo se aprenden bajo presión.
Quizás lo has notado: cuando todo va bien, nuestra obediencia se relaja. Oramos menos, agradecemos menos, dependemos menos. Pero cuando llega el desierto, se aprieta el corazón y nos vemos obligados a decidir: ¿me quedo en la queja o camino en obediencia?
El pueblo de Israel tardó cuarenta años en aprender lo que pudo haber entendido en once días. Y gran parte de ese retraso fue producto de su constante murmuración. Cada queja los hacía retroceder un paso. Cada acto de obediencia los acercaba a la Tierra Prometida.
¿No será que muchas veces también tú y yo estamos prolongando innecesariamente nuestros desiertos?
La fe y la obediencia están íntimamente conectadas. No puedes obedecer a alguien en quien no crees. Y no puedes decir que crees realmente en alguien si nunca le obedeces.
Creer es dar el primer paso. Confiar es sostenerlo. Obedecer es demostrar que realmente lo diste. Así se cierra el círculo de la fe: creo, confío y obedezco.
Esa es la relación que Dios quiere tener con nosotros, como la de un hijo con su padre. El hijo que dice: “Papá, no entiendo todo, pero te creo y por eso te hago caso”. Ese es el corazón que agrada a Dios, mucho más que cualquier sacrificio.
La obediencia no solo honra a Dios, también nos libera a nosotros. Cuando dejamos de resistirnos y dejamos de pelear, el alma encuentra descanso. Porque la queja esclaviza, nos ata a lo que falta, nos consume en lo que no tenemos. Pero la obediencia abre los ojos para ver lo que Dios ya está haciendo, incluso en medio de la sequedad.
El desierto, entonces, no es un castigo. Es una escuela. Y en esa escuela, la materia central es obediencia. Ahí aprendemos que confiar en Dios no es opcional: es lo único que nos permite avanzar.
Reflexión
Tal vez estás en medio de un desierto ahora mismo. Te sientes presionado, agotado, confundido. La tentación de quejarte está a la vuelta de la esquina. Pero recuerda, al otro lado de las quejas está la obediencia. No es porque entiendes todo, es porque confías en quién te guía.
Dios propicia desiertos para pulirnos, para enseñarnos a obedecerle, y para que dejemos de dar vueltas en círculos. Su deseo no es verte atrapado en la queja, sino verte avanzar en confianza hacia lo que Él tiene preparado.
👉 Dios propicia e incluso ocasiona desiertos en nuestra vida, ¿para qué lo hace y qué aprendiste de ellos en esta serie?
👉 ¿Por qué crees que Dios valora tanto la obediencia?
About this Plan

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.
More
Related Plans

Lies & Truth Canvas

Ruins to Royalty

When God Says “Wait”

And He Shall Be Called: Advent Devotionals, Week 5

From PlayGrounds to Psychwards

The Judas in Your Life: 5 Days on Betrayal

Blessed Are the Spiraling: 7-Days to Finding True Significance When Life Sends You Spiraling

When God Doesn't Make Sense

War Against Babylon
