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Desierto

DAY 20 OF 30

¿Cuál es tu nombre?

En el corazón del desierto, Moisés hizo una pregunta que cambiaría la historia:“Ellos me preguntarán: “¿Y cuál es el nombre de ese Dios? Entonces, ¿qué les responderé?” ¡Quién es este que se anima a hacerle ese tipo de preguntas a un ser tan poderoso como el que tiene delante! ¿No se ha espantado lo suficiente con una zarza que arde pero no se consume? ¿No es más de lo que uno espera que una voz hable, con tal autoridad, detrás de este suceso?

¡Moisés está loco! O, quizás, la misma situación lo ha desatado. Hizo la pregunta. Fue un momento de apnea estática. Contuvo la respiración… y entonces oyó algo extraordinario:

“—Yo Soy el que Soy. Dile esto al pueblo de Israel: “Yo Soy me ha enviado a ustedes” (Éxodo 3:14).

¿Qué clase de nombre es ese? Irrepetible, misterioso, sagrado. Para Israel, era Ha Shem, El Nombre. Los judíos decidieron no pronunciarlo jamás; hasta hoy lo sustituyen por Adonai. Aparece más de 6.000 veces en la Biblia, y aún así nadie se atreve a decirlo en voz alta.

Los eruditos señalan que el tetragrámaton —Yod-He-Vav-He— no tiene vocales. Más que una palabra, parece un suspiro. Su sonido se asemeja a respirar.

¿Será posible que cuando un bebé nace, lo primero que hace es pronunciar el nombre de Dios? ¿Y que cuando alguien muere, lo último que hace es exhalar ese mismo nombre? Después de todo, morir es dejar de respirar.

Dios le había dicho a Israel:“La gente no vive solo de pan, sino que vivimos de cada palabra que sale de la boca del Señor" (Deuteronomio 8:3). ¿Y qué es lo que sale de su boca sino aire, aliento, vida misma?

Y aquí viene lo fascinante: ¿será posible que todos los seres humanos —creyentes e incrédulos, budistas, musulmanes, ateos y cristianos— pasen cada día, cada minuto, pronunciando el nombre de Dios con cada respiración, aun sin saberlo?

No es locura pensarlo. La respiración da vida, purifica, renueva cada célula del cuerpo. Así también el Ruah, el Pneuma, el Espíritu, nos santifica, nos purifica y nos sostiene.

Hechos 17 lo confirma:“Él es el Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él. (...) Él es quien da vida y aliento a todo y satisface cada necesidad. (...) Pues en él vivimos, nos movemos y existimos.” (vv. 24-25, 28).

En hebreo, Adán recibió aliento de vida. En griego, ese aliento es pneuma. En ambos casos, es el mismo aire de Dios.

La vida no se sostiene solo con comida, agua o descanso. Respiramos unas 26.000 veces al día, y cada una es un recordatorio involuntario de que nuestra existencia depende de Él. En el fondo, vivir es pronunciar su nombre constantemente.

Cada inhalación es un regalo, cada exhalación un acto de confianza. —Yod-He-Vav-He— El aire invisible que sostiene tu cuerpo es un eco de la presencia invisible que sostiene tu alma.

Moisés descubrió en el desierto que Dios no era un ídolo limitado a un altar, ni un recurso al que acudir en emergencia. Descubrió que Dios es todo.

No confundamos, Él no es la creación, pero su aliento sostiene la creación. No es el aire, pero en su aliento vivimos. No es la respiración, pero cada respiración nos recuerda que nuestra vida depende enteramente de Él.

En el desierto, Moisés aprendió que no hay vida sin aire, y que no hay verdadera vida sin el aire de Dios: su Palabra, su Espíritu, su Nombre.

Reflexión

Cada respiración tuya es una oración. Cada inhalación dice“Yah”, cada exhalación dice“weh”. El nombre que no te atreves a pronunciar en vano lo llevas en tu existir desde que naciste.

👉 ¿Has tomado conciencia de que cada respiro tuyo es un recordatorio de que Dios está presente?

👉 ¿Qué cambiaría en tu vida si vivieras cada respiración como un acto de adoración?

About this Plan

Desierto

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.

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