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Desierto

DAY 19 OF 30

Apnea estática

El récord mundial de apnea estática lo tiene Budimir Šobat, conocido como “Buda”. En 2021, a los 56 años, logró contener la respiración bajo el agua por 24 minutos y 33 segundos. Esta hazaña requiere algo más que entrenamiento y voluntad férrea, para lograrlo respiró antes oxígeno puro por diez minutos, ralentizó su circulación sanguínea al mínimo, y aún así estuvo al borde de la hipoxia y de los espasmos.

Nosotros, personas normales, apenas resistimos entre 30 segundos y dos minutos. Y eso en apneas intencionales. La verdad es simple: nadie puede vivir sin respirar.

Todos asociamos al agua con la vida, pero en realidad es el aire lo que nos sostiene. Plantas, animales, seres humanos, respiramos sin pensarlo, unas 16 a 20 veces por minuto. Eso significa unas 26.000 respiraciones al día, 14.000 litros de aire que entran y salen de nuestros pulmones. Nuestra respiración es responsable del 99% de nuestra energía; el resto viene del alimento y del descanso. Por favor, quédate con esta idea, será nuestro motor durante la semana.

Ahora, Deuteronomio 8 resuena con fuerza:“Lo hizo para enseñarte que la gente no vive solo de pan, sino que vivimos de cada palabra que sale de la boca del Señor.” Jesús, tentado en el desierto, citó esas mismas palabras para enfrentar al tentador. El pan sostiene el cuerpo, pero no la vida entera. La vida real depende de lo que sale de la boca de Dios.

¿No es curioso? ¿Qué son las palabras sino aire vibrando? El hebreo lo entendía así: Ruah, que significa aire, respiración, espíritu. El griego usa el vocablo Pneuma con el mismo sentido.

Desde el principio, cuando Dios habló, la creación respiró. Juan lo resume así:“En el principio era la Palabra.” Y esa Palabra no solo dio existencia, sigue sosteniendo la vida.

La semana pasada recordábamos a Jesús como el pan del cielo. Hoy lo reconocemos también como la Palabra que da vida, y al Espíritu como el aire que nos mantiene. El desierto nos entrena en esta dependencia absoluta: vivir de cada respiración que proviene de Dios.

Éxodo 3 nos lleva a otro momento crucial. Dice que“Moisés se encontraba apacentando el rebaño de su suegro, Jetro (...). Llevó el rebaño al corazón del desierto y llegó al Sinaí, el monte de Dios.”

Ese detalle es oro puro: el corazón del desierto, el monte de Dios. Moisés caminó lo suficiente, se adentró lo bastante, hasta llegar al lugar donde el desierto se convierte en altar. Allí, la zarza ardía y no se consumía. Allí, Dios lo llamó por su nombre:“Moisés, Moisés.” Allí, un pedazo de tierra árida se transformó en tierra santa.

El desierto era el mismo, pero Moisés había llegado al punto exacto donde lo invisible se hacía visible. ¿No será que tú también estás pisando tierra santa y no te has dado cuenta?

El desierto tiene ese propósito, captar tu atención. Moisés peleó, argumentó, resistió. Pero nadie gana una pulseta contra Dios. Cuando Él decide que es tiempo, ni tu miedo ni tu excusa pueden detenerlo.

Ese es uno de los grandes misterios de la fe: si no es el tiempo de Dios, nada lo puede acelerar; pero cuando es su tiempo, nada lo puede detener.

Dios, desde la banca, le dijo a Moisés:“Ponte a calentar, llegó tu turno.” Después de años de anonimato en el desierto, después de tantas apneas de silencio y espera, le llegó el momento de respirar el llamado.

La apnea estática es la pausa más peligrosa; cuando contienes el aire, cada segundo se vuelve eterno. El cuerpo grita por oxígeno y lo único que puedes hacer es esperar a que el momento termine.

El desierto se siente así. Parece que Dios te dejó sin aire, que todo se detuvo. Pero el aire sigue ahí, invisible, sosteniéndote. La Palabra sigue ahí, más fuerte que el pan. El Espíritu sigue ahí, como el oxígeno que no ves pero te mantiene vivo.

Y, tarde o temprano, llega el momento en que Dios te dice:“Respira, porque ahora comienza lo nuevo.”

Reflexión

Quizás hoy sientes que estás en apnea, que no puedes más, que tu fe aguanta apenas unos segundos más. Déjame recordarte: la respiración que te sostiene no es la tuya, es la de Dios. Su Palabra, su Espíritu, su presencia son el aire que llena tus pulmones aunque no lo notes.

👉 ¿Estás dispuesto a confiar en Dios incluso cuando parece que no hay aire?

👉 ¿Puedes descansar en la certeza de que su Espíritu es tu respiración y su Palabra tu oxígeno?

About this Plan

Desierto

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.

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