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Desierto

DAY 3 OF 30

Conocer para obedecer

Isaías 43:10 (NTV) dice:“Pero tú eres mi testigo, oh Israel —dice el Señor—. Tú eres mi siervo. Tú has sido escogido para conocerme, para creer en mí y comprender que solo yo soy Dios. No hay otro Dios; nunca lo hubo y nunca lo habrá".

Hay una secuencia poderosa en este pasaje: conocer → creer → comprender. Y de ahí fluye la obediencia. Porque seamos sinceros, es muy difícil obedecer a alguien que no conoces. La confianza no nace de la nada, se construye en la relación.

En el desierto, Dios se encarga de que lo conozcas más allá de la emoción. Muchas personas me dicen:“Carlos Alberto, no siento nada". Y es cierto, hay etapas en la fe en las que los sentimientos desaparecen. Pero sentir o no sentir nunca ha sido la medida de la presencia de Dios.

Yo mismo lo vivo, muchas veces camino en la presencia de Dios y no siento absolutamente nada. No hay piel de gallina, no hay lágrimas, no hay “momento épico”. Y sin embargo, sé que Él está ahí. Porque la fe madura entiende que Dios no depende de lo que yo sienta. Como dicen los ingleses, es“awareness of His thereness”: conciencia de su “estar ahí”, aunque no lo perciba.

En el desierto, esa conciencia se convierte en tu ancla. No vienes a la iglesia porque te mueres de ganas, sino porque sabes que lo necesitas. No oras porque sientes un impulso emocional, sino porque entiendes que es vital para tu alma. No lees la Biblia porque siempre es emocionante, sino porque sabes que sin ella no hay vida.

El desierto también te confronta con una pregunta dura: ¿qué pasa cuando sientes que no tienes nada? ¿Puedes seguir confiando?

A mí me pasó. Durante una etapa difícil en mi juventud, quedé suspendido de mis responsabilidades, de predicar, de servir en lo que yo consideraba “importante”. Mi servicio se redujo a acomodar sillas, cargar instrumentos y poner transparencias en un proyector. Recuerdo un concierto en particular. Todos estaban disfrutando la música y yo estaba en la parte de atrás, cambiando las transparencias. Y fue como si Dios me hablara al corazón:“Carlos Alberto, no tengo nada más para ti. ¿Puedes con eso o me vas a dejar?".

Ese momento me quebró. No tenía un rol “grande” pero fue ahí cuando entendí algo que nunca había visto con tanta claridad, cuando descubres que no tienes nada, entiendes que Jesús es todo lo que necesitas.

Volvamos a Isaías 43:10. Dios no dice: “Has sido escogido para obedecerme primero.” Dice:“Has sido escogido para conocerme, para creer en mí y comprender que solo yo soy Dios.” Solo entonces fluye la obediencia.

La gente que obedece desde la emoción no dura en el desierto. Porque tarde o temprano la emoción se apaga. El verdadero motor de la obediencia no es el sentimiento, es el conocimiento de Dios. Conocerlo de verdad. Confiar en quién es.

El desierto, con toda su crudeza, nos da ese regalo: conocer a Dios en su “estar ahí”, más allá de lo que sentimos. Obedecer cuando no tengo ganas, servir cuando nadie me ve, seguir cuando parece que nada pasa. Y en ese proceso, la fe se vuelve sólida, madura, confiable.

Reflexión

Tal vez hoy estás en un desierto y no sientes nada. No te asustes. Tal vez Dios te está enseñando a conocerlo más allá de la emoción, para que tu obediencia no dependa de un impulso pasajero, sino de una fe profunda.

👉 ¿Estás dispuesto a seguir confiando y obedeciendo, incluso cuando no queda nada más que Jesús?

👉 ¿Qué significa para ti estar convencido de su presencia, aun cuando no lo sientas?

👉 ¿Por qué crees que es tan importante conocer a Dios?

About this Plan

Desierto

¿Qué haces cuando la fe se seca? Cuando orar ya no emociona, la iglesia cansa y Dios parece distante. Eso se llama ‘desierto’, y lejos de ser un castigo, puede convertirse en la antesala de tu mayor encuentro con Dios. En este plan de 30 días aprenderás que el desierto revela, forma, prepara y libera. Lo que parecía tu peor temporada, puede ser el camino hacia la tierra prometida. El desierto no es tu final, es el inicio de algo nuevo.

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