La última fortaleza que derribar: la muerte

Jesús afirma: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente» (Juan 11:25-26 RVR). En este pasaje, Jesús habla de una verdad profunda que va más allá de la muerte física: la vida eterna a través de la fe en Él. El milagro de Lázaro, a quien Jesús resucitó después de haber estado muerto cuatro días, demuestra el poder de Dios sobre la muerte y el sufrimiento. Pero el corazón de las personas presentes, dominado por la tristeza y el dolor, no lograba comprender de inmediato el poder de este milagro.

Cuando alguien a quien amamos se va, el dolor de la pérdida puede convertirse en una fortaleza mental que nos impide ver más allá. El rechazo a aceptar la realidad de la muerte, la incapacidad de elaborar el duelo, puede llevar a un sufrimiento que nos mantiene prisioneros en el corazón. Este sufrimiento puede crear una desilusión que nos bloquea, haciéndonos olvidar que la muerte no tiene la última palabra. Jesús nos ofrece una perspectiva diferente: la muerte, entendida como separación de Dios, no tiene poder sobre quien cree en Él.

Pablo proclama: «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh muerte, tu aguijón?» (Corintios 15:55 RVR). La muerte es una realidad física que todos enfrentamos, pero para los creyentes, la muerte ya no es un enemigo invencible. Aunque nuestro cuerpo aún esté sometido a las leyes de la corrupción y de la física, cuando resucitemos seremos transformados y recibiremos un cuerpo glorioso, un cuerpo que ya no estará sujeto a la muerte ni al sufrimiento. Este cambio es posible solo gracias a la resurrección de Jesús, que venció la muerte y nos ofrece una esperanza viva.

Las fortalezas mentales que la muerte y la pérdida pueden levantar en nuestros corazones se destruyen cuando reconocemos que Jesús es la vida eterna. Solo en Él podemos superar el dolor de la separación y encontrar paz.

Espero que este plan te haya ayudado en tu camino espiritual.

Quiero agradecer al querido hermano Lorenzo Russo, que dio la inspiración útil para crear este plan de lectura.

Dios te bendiga,
Pastor Carmelo Orlando