Lo que te hace caer

En el libro de Apocalipsis, se reprende a la iglesia de Pérgamo por seguir la doctrina de Balaam, quien enseñó a Balac cómo hacer pecar al pueblo de Israel, incitándolos a comer carnes sacrificadas a los ídolos y a vivir en fornicación. Esta enseñanza se dio en un contexto en el que la ausencia de una guía justa llevó a deseos y comportamientos que alejaban de la voluntad de Dios. En una juventud sin referencias firmes en la verdad de Dios, es fácil ceder a lo que parece atractivo, pero que en realidad nos hace caer en el pecado. Balaam, aunque parecía una figura de autoridad, contaminó al pueblo de Israel sugiriéndoles que establecieran lazos que los separarían de la pureza de la fe, como casarse con mujeres que no adoraban al Dios de Israel, sino que seguían idolatrías que corrompían el corazón del hombre.

Este error es similar a lo que ocurre cuando somos seducidos por los deseos mundanos y creemos que una acción, aparentemente inocente, puede ser un camino para nuestro bien. Sin embargo, el pueblo de Israel no comprendió que esos lazos, aunque parecieran agradables, los llevarían a caer en el pecado y en la desobediencia a Dios. La gravedad de esta situación está en que, después de reconocer el error, continuaron perseverando en ese camino, pecando voluntariamente contra Dios. Solo cuando no reconocemos nuestro pecado por lo que es, no podemos experimentar un verdadero arrepentimiento. Sin una verdadera revelación de nuestro error, el Señor no puede llevarnos a un cambio auténtico.

Jeremías nos invita a reconocer nuestro pecado con humildad: «Avergoncémonos de nuestra deshonra, que nuestra confusión nos cubra, porque hemos pecado contra el Señor nuestro Dios...» (Jeremías 3:25 RVR). Reconocer nuestros errores es el primer paso para romper las fortalezas mentales de rebeldía y desobediencia. No debemos justificar los pecados de los demás, sino admitir sinceramente nuestras culpas; esto es un acto de liberación que rompe el dominio de las fuerzas malignas que nos tienen prisioneros.