Actitud pública

En el libro de Ester leemos que Mardoqueo, a pesar de que cada día se le pedía inclinarse ante Amán, nunca se postró para adorar a un hombre como si fuera un dios. Cuando quienes lo presionaban vieron que no cambiaba de actitud, se lo contaron a Amán, explicando que Mardoqueo se oponía porque era judío.

Este episodio nos ayuda a entender cómo en la mente pueden infiltrarse razonamientos que crecen con el tiempo, tanto aquellos que alimentamos nosotros mismos, como los que nos imponen los demás. Estos pensamientos pueden transformarse en fortalezas mentales, obstaculizando nuestra libertad interior. Muchos de estos razonamientos nacen del miedo, de la sumisión a ideas que no están en línea con los principios de Dios, o de leyes impuestas por la sociedad que favorecen solo a unos pocos.

Cuando nos enfrentamos a tales presiones, es fácil caer en la trampa de someternos a sistemas que no traen beneficio a todos. La solución, sin embargo, no es adaptarse a estas leyes injustas, sino permanecer sometidos al Señor, que ha establecido leyes justas para el bienestar de todos. Dios ya ha previsto lo que es bueno para nosotros, pero debemos hacer un esfuerzo consciente para aplicar Sus leyes en nuestra vida.

Sabemos que no es fácil poner en práctica estos principios cada día, especialmente cuando nos sentimos bajo presión o en dificultad. Pero si recordamos las verdades de Dios en nuestro corazón, podemos encontrar fuerza y valentía para enfrentar las situaciones difíciles. El salmista nos invita a confiar en Dios como nuestra fortaleza, mientras que Pablo nos recuerda que al final, todos deben reconocer la diferencia entre la sumisión a Dios y la sumisión a los reinos terrenales. La sumisión a Dios es la que trae verdadera libertad y justicia, mientras que la de los sistemas humanos solo puede limitar nuestro crecimiento. Con Su guía, podemos derribar toda fortaleza mental que nos separa de Su voluntad.