Con sus discípulos

Jesús fue invitado a las bodas junto con Sus discípulos. Este detalle, aparentemente simple, tiene un significado profundo: la presencia de los discípulos representa la participación de toda la comunidad de creyentes en el plan de salvación. En las bodas, un invitado podía llevar consigo a sus amigos más íntimos, aquellos considerados parte de su propia familia espiritual. Del mismo modo, la salvación ofrecida por Cristo no es una experiencia individual aislada, sino una realidad que involucra y une al pueblo de Dios.

El tema de la comunidad es central en el ministerio de Jesús. Él define a su verdadera familia como aquellos que hacen la voluntad de Dios. En las bodas de Caná, la presencia de los discípulos prefigura el papel de la Iglesia como familia espiritual que comparte la alegría del Reino. Esto también recuerda a Efesios, donde los creyentes son descritos como miembros de la familia de Dios, unidos en Cristo.

Además, el hecho de que los discípulos estén con Jesús en las bodas simboliza la llamada de los creyentes a participar en el gran banquete del Reino de Dios, anunciado en parábolas como la del rey que invita al banquete nupcial. La invitación de Jesús nunca es exclusiva, sino siempre abierta a todo aquel que desee formar parte de Su familia.

En las bodas de Caná, los discípulos no son solo espectadores, sino testigos del primer milagro de Jesús, un evento que fortalece su fe. Su presencia subraya que ser parte de la familia espiritual de Cristo implica compartir no solo la alegría de la salvación, sino también la tarea de testimoniarla al mundo.

Este versículo nos invita a reflexionar sobre cómo la salvación en Cristo es un don que nos une como pueblo, invitándonos a vivir y celebrar juntos nuestra fe como una gran familia espiritual.