Los recipientes de piedra y el corazón del hombre

Estos seis recipientes de piedra no son solo un detalle de la narración, sino una imagen profunda del hombre y de su condición espiritual. La piedra representa el corazón humano endurecido por el pecado y las cosas terrenales. Aunque estos recipientes se usaban para la purificación ritual, no podían producir un cambio real y duradero. Eran instrumentos externos que simbolizaban un esfuerzo humano, incapaz de transformar la verdadera naturaleza del hombre.

Jesús, frente a estos recipientes, tenía en mente otro tipo de purificación: no la externa, sino la interior. Este tema nos recuerda que Dios promete escribir Su ley en los corazones del hombre, y no en tablas de piedra.

Los seis recipientes también evocan los seis días de la creación. El hombre, creado “muy bueno” en el sexto día, había corrompido la creación original con el pecado. Jesús, a través de Su misión, pretende restablecer una nueva creación, no tanto en la apariencia exterior del mundo, sino en el corazón del hombre. Como afirma Pablo: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es.

Llenar esos recipientes con agua era un gesto simbólico. El agua, transformada en vino, representa el poder de Cristo para traer vida y gozo donde antes había vacío y frialdad. Este acto prefigura Su sangre, derramada para una purificación que no es ritual, sino definitiva y espiritual.

Jesús nos enseña que no son los esfuerzos humanos ni las tradiciones externas los que cambian el corazón del hombre. Solo Él, el Creador de la nueva vida, puede transformar el corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de amar, gozar y vivir según Su perfecto plan.