Día 8

ESPERANZA EN LA CRUZ

Cuando hablamos de que Jesús nació, también debemos hablar del propósito por el cuál nació, por lo que parece inevitable hablar de su sacrificio. Este acto supremo es la fuente de una esperanza viva, pues gracias a él podemos experimentar una nueva vida a su lado. La esperanza que nace de su entrega es el hilo conductor que nos anima a confiar, incluso en los momentos más oscuros.

Resulta asombroso cómo, en medio del dolor y la burla, Jesús mantiene firme la esperanza y el amor. No importa cuán grande sea la incredulidad o intenso el sufrimiento, el amor de Dios se manifiesta y renueva la esperanza para quienes confían en Él. Incluso en medio de ese contexto, Jesús pronuncia palabras de perdón: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Su misericordia se extiende también a uno de los ladrones, quien, tras arrepentirse, recibe la promesa de estar con Jesús en el paraíso. En este escenario, la esperanza se hace tangible para todos aquellos que se acercan a Él con un corazón sincero.

Jesús no vino al mundo para buscar admiración o vivir en lujo como el Hijo de Dios. Su propósito fue mostrar un amor incondicional y sembrar esperanza en quienes se encuentran perdidos. La cruz, lejos de ser una derrota, es el símbolo de la victoria definitiva, la confirmación de que la esperanza en Dios nunca defrauda. Hoy, contempla el sacrificio de Jesús, reconoce el perdón que te ofrece y deja que su esperanza transforme tu vida.