Día 4

ESPERANZA QUE NACE EN HUMILDAD

De acuerdo con la profecía, el Mesías debía nacer en Belén de Judea (Miq 5.1-5), sin embargo, José y María vivían en Nazaret. Fue así como Dios, en su soberanía, utilizó una situación política para guiarlos de regreso a Belén, viaje que les tomó varios días. Al llegar, y debido al censo, buscaron alojamiento pero fueron rechazados en repetidas ocasiones, pues no había lugar para ellos.

Es sorprendente notar que, aunque el pueblo judío anhelaba la llegada del Mesías y mantenía la esperanza de su venida, no estaban realmente preparados para recibirlo, sobre todo por la forma humilde en que Jesús llegó al mundo. Dios había anunciado, por medio de sus profetas, que Jesús nacería en Belén, pero nadie imaginó que el Salvador crecería en Galilea y compartiría su vida con pescadores, campesinos, publicanos y marginados. La esperanza encarnada en Jesús se manifestó en la sencillez de un aldeano, llevando a cabo su misión desde lo cotidiano y ordinario.

Esto nos enseña que la esperanza de Dios no siempre se cumple de manera espectacular ni visible, sino que surge en lo impredecible y en lo humilde. La verdadera esperanza transforma corazones y realidades desde lo sencillo, invitándonos a confiar en que Dios obra poderosamente en lo que el mundo considera insignificante.