Un corazón, no un currículum

Tal vez te sientas demasiado lejos de la santidad. O quizás demasiado “sucio”, con una lista de errores tan larga como la lista del supermercado del mes. ¿Pero sabes una cosa? Dios no es del tipo que revisa tu pasado para juzgarte. Él no está buscando tu currículum espiritual — está buscando tu corazón. Un corazón verdadero, sincero, que no pretende haber llegado, pero que está dispuesto a comenzar de nuevo, cada día.
No te pidió que ya fueras perfecto. Si así fuera, estaríamos todos descalificados desde el primer intento. Te pidió que estuvieras disponible. Abierto. Humilde. Capaz de decir: “Señor, aquí estoy… también hoy he hecho líos, pero aquí estoy".
Mira a David. No era precisamente un ejemplo perfecto de comportamiento. Sin embargo, Dios lo llama “un hombre conforme a mi corazón” (1 Samuel 13:14). ¿Por qué? Porque David, a pesar de sus caídas, siempre regresaba. No huía de Dios, corría hacia Él. Admitía, lloraba, se levantaba. Era transparente, no perfecto. Y allí es donde Dios encontró belleza.
La santidad que Dios ama no se compone de vidas “en orden” y sonrisas fingidas los domingos. Se compone de corazones que se dejan limpiar. Que no se avergüenzan de confesar, de abrirse, de ser vulnerables delante de Él.
En un mundo que premia las apariencias, Dios mira el interior. Y si dentro encuentra a alguien que, aunque roto, quiere caminar con Él... entonces ya ha encontrado santidad auténtica.
Sí, también en ti.

Ora esta sencilla oración:
Señor, aquí está mi corazón, aunque a veces esté sucio y cansado. Crea uno nuevo dentro de mí. Más que una imagen santa, quiero un alma verdadera.