Santos, No SuperhéroesSample

Más santo = más íntimo

La santidad no es un impuesto que se paga para entrar al cielo, ni un seguro espiritual obligatorio para evitar el infierno. Es mucho más: es el camino hacia la intimidad con Dios. No es para marcar una casilla en la lista del “buen cristiano”, sino para entrar en el lugar donde Su presencia se vuelve real, viva, diaria.

Cuanto más me separo de lo que enfría mi espíritu — distracciones, compromisos, actitudes que me alejan de Jesús — más me acerco a lo que lo enciende: Su voz, Su Palabra, Su presencia. Es como cuando le quitas el silencio al teléfono para escuchar a alguien que amas: no quieres perderte ni una palabra. Así la santidad te ayuda a eliminar el ruido de fondo para oír claramente a Dios.

Es como tener un pase VIP. No te hace más importante que los demás, no te da una aureola, pero te permite entrar en una habitación donde otros no entran porque están demasiado distraídos, o simplemente no quieren dejar ciertas cosas fuera de la puerta. Y ahí, en esa habitación, está Dios que te habla como a un amigo. No es una metáfora de libro religioso: es real, práctico, posible.

La santidad no es aislamiento. No se trata de estar lejos del mundo, sino de estar cerca del corazón del Padre mientras vives en el mundo. Jesús mismo estaba entre la gente, pero seguía conectado al cielo. ¿Quieres ver a Dios? No bastan los ojos físicos. Se necesita un corazón que no se ensucia fácilmente, que se deja purificar cada día, que sabe reconocer Su toque incluso en las cosas pequeñas.

La santidad no te hace raro… te hace sensible. Y esa sensibilidad espiritual es una de las llaves más preciosas que puedes tener para vivir verdaderamente en la presencia de Dios.

Ora esta sencilla oración:
Espíritu Santo, haz que desee Tu intimidad más que cualquier éxito terrenal. Quita de mi vida todo lo que nuble mi visión y llévame cada vez más cerca del Padre.