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Una vida de intimidad con DiosSample

Una vida de intimidad con Dios

DAY 33 OF 365

Secretos de la oración

1. Somos llamados a consagrarnos a una persona y no a una causa. “Decidí que... me olvidaría de todo, excepto de Jesucristo...”, 1ª Corintios 2:2 (PDT). Nuestra búsqueda suprema debe ser Dios. “Pongamos toda nuestra atención en Jesús...”, Hebreos 12:2 (TLA). Por nada debemos afanarnos (Mateo 6:25) excepto por desarrollar una relación de amor con Jesús. Nuestro primer objetivo no es ganar almas ni plantar iglesias sino agradarlo a Él: “...Nuestro único propósito es agradar a Dios”, 2ª Corintios 5:9 (NTV). ¡Seamos como el músico que no procura el consentimiento del público sino la aprobación de su director!

2. El hambre por la presencia de Dios precede al avivamiento. ¡El deseo de conocer al Señor antecede su visitación! Piensa en el eunuco etíope que hizo un largo viaje solo para adorar, Hechos 8:27. Dios usó a Felipe para responder a la necesidad de un hombre que tenía un deseo ferviente de encontrarse con Dios. ¡Los hambrientos y apasionados por Dios atraen su presencia!

3. Las bendiciones suelen ser el principal obstáculo para concentrarnos en Dios. Isaac, la bendición de Dios para Abraham, casi termina desviándolo de su camino. Lo mismo sucedió con el hijo pródigo. ¡La bendición del padre financió su alejamiento! Los problemas casi siempre nos llevan de regreso al Padre, mientras que las bendiciones casi siempre desvían la mirada a otra parte. No dejes que las bendiciones tomen el lugar de Dios en tu corazón. Que sus ‘regalos’ no te satisfagan sino solo Su Presencia. No busques la sanidad más que al sanador, ni la prosperidad más que a aquel que te prospera y nunca busques la unción por encima del que unge. ¿Lo quieres a Él o quieres lo que Él tiene?

4. Muchas cargas deberíamos abandonar. Entrégale tus cargas al Señor, y él cuidará de ti...”, Salmo 55:22 (NTV). Nunca deberíamos llevar el peso del pecado ni el de las dudas. Si tú decides servir a Dios pero pierdes el contacto con Él, la responsabilidad será abrumadora y te aplastará. Pero si echas sobre Dios las cargas que Él haya puesto sobre ti, Él asumirá la responsabilidad. Lanzarse a la obra del Señor sin tener comunión con Dios es prepararse para la fatiga y la derrota. No intentes llevar las cargas con tus propias fuerzas. No se trata de deshacerse de las responsabilidades sino de compartirlas con el Señor.