SOY COMO ELLAS - 52 Mujeres bíblicas para REPARAR TU VIDA luego de un divorcio, viudez o separación Sample

LA VIUDA DE NAIM

SOLO HAY UNO QUE PUEDE CONSOLAR TU CORAZÓN

Jesús siempre demostró un gran amor por las mujeres, a las cuales sanaba, libertaba, restauraba, restituía, perdonaba y con quienes también conversaba. En esta historia Jesús se muestra como el Gran Consolador. Mientras estaba caminando por las aldeas llegó a un pueblo llamado Naím. En la entrada del pueblo se encontró con mucha gente que asistían a una procesión fúnebre. Había una conmoción porque una mujer viuda, quién ya había sufrido la perdida de su esposo, iba de camino al cementerio a enterrar a su único hijo. Esa mujer había quedado sin familia ni descendencia. Al Jesús saber esto, sintió compasión por ella, se le acercó y le dijo: «No llores». Él sabía la pena tan grande que ella tenía en su corazón. Luego se acercó a la camilla y la tocó. La procesión fúnebre hizo un alto. Jesús le dijo al niño muerto: «¡Joven, te ordeno que te levantes!» (v.14) El muchacho se levantó de la camilla fúnebre y comenzó a hablar. Jesús fue y se lo presentó vivo a su madre. Hubo una conmoción tan grande en aquel pueblo y aldeas cercanas que todavía hoy estamos hablando de este evento.

De la historia de la viuda de Naím podemos aprender que:

• Dios es quién puede consolarnos el corazón ante las pérdidas y las decepciones.

• Dios puede restituirnos lo perdido. Tal vez no se nos devolverá un familiar que murió, la casa que perdimos o traerá de regreso al marido que se fue, pero sí el puede hacer algo que se llama restitución. Eso quiere decir que puede darte algo que le da consuelo a tu corazón, que llena tu necesidad o que te hace feliz, aunque no sea lo mismo.

• No siempre tenemos que pedir ser ayudadas por Dios. A veces Él nos ve y se acerca a consolarnos.

• En ocasiones nosotras no sabemos cuál es nuestra necesidad. Es cuando le podemos pedir a Dios que nos muestre Su voluntad.

• Cuando sientas la urgencia de quejarte por lo perdido, recuerda que cada persona ha tenido que enfrentar sus propias pérdidas y que lo que te esté pasando a ti no es único ni es el fin del mundo.

• Deja que otra gente trate de consolarte y a la vez consuela al que sufre.

• Ten un gesto amoroso con una persona que haya perdido algo; si perdió su casa, regálele algo para su próxima casa. Si se divorció, invítala a cenar.

Todas hemos perdido mucho. A veces sentimos que nuestras vidas están rotas por las pérdidas. Vivimos anhelando lo que perdimos, porque creemos que nada será como antes. Pero tenemos que creer que Dios nos dice “mi hija no llores, quiero consolarte, confía en mí”. Confía porque tú podrías ser la próxima en turno para que Dios te consuele. Él además puede decidir si te devuelve lo mismo que perdiste, si te da algo similar o si quiere darte algo mucho mejor de lo que perdiste. Pero no te dejará con las manos vacías. Mujer, sécate las lagrimas, el Gran Consolador ya sabe tu necesidad.