LAS DOS MADRES PROSTITUTAS

LA JUSTICIA DE DIOS SIEMPRE PREVALECE

Esta historia revuelve alrededor de una disputa entre dos prostitutas que vivían juntas. Ambas quedaron embarazadas y parieron varones en fechas cercanas. Una noche una de ellas se acostó encima del hijo recién nacido y el infante amaneció muerto. Esa mujer intercambió su niño muerto por el hijo vivo de la otra mujer. Cuando la otra mujer se levantó se dio cuenta que su hijo había sido intercambiado por el niño muerto. Ella le reclamó a la otra mujer y hubo una contienda. La mujer cuyo hijo había muerto reclamaba al niño vivo. Como no podían ponerse de acuerdo, fueron llevadas ante el rey Salomón. El rey Salomón escuchó las versiones de ambas mujeres e hizo su veredicto. Para resolver el problema el pidió una espada e instruyó a sus ayudantes que picaran el niño vivo por la mitad para darle a cada mujer la mitad. A la mujer que estaba mintiendo esto le pareció buena idea, ya que su hijo había muerto y ella no tenía nada que perder. Pero la verdadera madre prefirió que le dieran el hijo entero a la otra mujer para que no muriera. El rey Salomón supo quién era la verdadera madre basado en la reacción de las mujeres. La verdadera madre sin lugar a duda era la mujer que no quería que su hijo muriera. El rey hizo justicia y le devolvió el niño a la verdadera madre.

De estas dos mujeres podemos aprender que:

• La vida es sagrada. Solo Dios la regala y la quita.

• Debemos cuidar a nuestros hijos desde el vientre y mientras vivan. La buena madre en esta historia probablemente no sabía quién era el padre de su hijo, pero aun así lo amaba y lo protegía.

• No debemos vivir con personas que no conocemos bien porque ponemos a nuestras familias en peligro.

• Cuando alguien quiera convencernos de algo, debemos asegurarnos que los hechos de esa persona concuerden con sus palabras.

• Siempre tomemos la mejor decisión, aunque sea la más difícil.

• Decir la verdad nos hace libres, ya que tener secretos amarga nuestro corazón y no nos deja vivir en paz.

• Siempre debemos buscar una persona objetiva que pueda ver nuestro problema desde afuera.

• No tengamos miedo de recurrir a la justicia para reclamar lo nuestro.

• Decir mentiras, murmurar, confabularse contra otra gente o hacer trampas nunca produce algo positivo. “El malvado cae en su propia trampa” (Proverbios 29:6).

Pasar por traición, opresión, discordia o injusticia nos amarga el corazón y nos hace vivir a la defensiva. Aunque ya sabemos que Dios es nuestro defensor, también debemos buscar ayuda de las autoridades cuando sea necesario. “Tú eres un juez justo y siempre castigas a los malvados” (Salmos 7:11). Recordemos que no siempre vamos a ganar nuestros casos o alegaciones. Cuando nos toque perder confiemos en que Dios nos restituirá lo perdido y que de alguna manera Él nos hará justicia.