La Palabra que permanece

Vivimos en la era del “todo y enseguida”, donde cada deseo puede ser satisfecho en pocos instantes. Y sin embargo, paradójicamente, nos damos cuenta de que casi nada de lo que obtenemos permanece realmente con nosotros. Emociones, experiencias, relaciones, logros… todo pasa, cambia, se desvanece. Nos aferramos a personas, cosas, recuerdos, esperando que nos llenen o nos hagan felices, pero tarde o temprano todo se disuelve.

No es malo tener afectos, metas o puntos de referencia. El problema surge cuando buscamos estabilidad en lo que es temporal. Isaías no dice que la hierba o las flores sean inútiles; al contrario, son hermosas, forman parte de la vida. Pero nos invita a reconocer que la verdadera seguridad no puede apoyarse en lo que está destinado a desaparecer.

Hay una sola cosa que permanece: la Palabra de Dios. Ella no envejece, no pasa de moda, no pierde fuerza. Es estable, inmutable, eterna. En un mundo inestable, solo la Palabra puede darnos una base sólida para caminar con confianza, hoy y mañana.

Oración: Señor, ayúdame a fundar mi vida sobre Tu Palabra que nunca cambia. Amén.