La Palabra como alimento

¿Alguna vez has visto a un recién nacido desear una chuleta de cerdo? Sería absurdo. Ningún padre sano se la ofrecería. La leche es el alimento perfecto para un recién nacido: simple, completo, indispensable. Sin leche, un bebé nunca crecería, probablemente moriría.

De la misma manera, el hombre espiritual recién nacido en la fe necesita la leche pura de la Palabra. Pero a menudo queremos correr, saltarnos las bases, comprender las cosas profundas de Dios sin antes nutrirnos de las verdades fundamentales. ¿El resultado? Incomprensión, confusión, estancamiento.

El crecimiento espiritual comienza absorbiendo, con hambre sincera, las verdades simples pero poderosas de la Palabra. Es precisamente esta leche la que nos prepara, paso a paso, para luego recibir el alimento sólido, para comprender las profundidades del Reino.

No hay madurez sin alimento constante. Y la leche de la Palabra, pura y sin contaminación, es la base de nuestra salud espiritual. Déjate nutrir por Dios, como un padre amoroso alimenta a su hijo.

Oración: Señor, dame hambre de Tu Palabra. Haz que desee cada día esa leche pura que viene de Ti. Nutre mi espíritu y ayúdame a crecer fuerte en la fe.