Anchura – El amor que abraza a todos

La anchura del amor de Dios es una de sus características más extraordinarias y consoladoras. En el versículo de Juan 3:16 (RVR1960) leemos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito(...)” . Este pasaje subraya que el amor de Dios no está limitado ni reservado para unos pocos elegidos, sino que se extiende a todo el mundo, sin excepción.

Cuando pensamos en la anchura del amor divino, imaginamos un abrazo tan amplio que incluye a cada persona, sin importar su origen, condición social, color de piel o historia personal. El amor de Dios no se detiene ante nuestros errores, nuestras fragilidades o nuestro pasado. No discrimina por el idioma que hablamos, la cultura a la que pertenecemos o las decisiones que hemos tomado. Es un amor que supera toda barrera humana, un amor universal e inclusivo.

Esto significa que nadie está excluido de su afecto y de su gracia. Dios ama a cada individuo con un corazón grande e infinito. Incluso cuando nos sentimos lejos o indignos, el amor de Dios sigue alcanzándonos, listo para recibirnos y transformarnos.

Esta anchura de Su amor nos impulsa a reflexionar sobre nuestra manera de vivir la fe y nuestras relaciones con los demás. Si Dios ama con tanta amplitud, también nosotros estamos llamados a mostrar un amor sin fronteras, capaz de abrazar a cualquiera, sin juicio ni prejuicio.

En un mundo a menudo dividido por muros invisibles, el amor de Dios es la fuerza que une, que sana y que invita a una comunión auténtica. Vivir con la conciencia de este amor tan amplio nos anima a ser instrumentos de paz y de acogida, testimoniando con nuestra vida de la profundidad y la anchura de la gracia divina.