Profundidad – El amor que desciende a nuestro dolor y pecado

La profundidad del amor de Dios es una realidad extraordinaria y a menudo difícil de comprender completamente. El Salmo 40:2 (RVR1960) dice: "Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso(...)”. Este versículo nos muestra cómo el amor de Dios no se limita a permanecer en la superficie o a dirigirse solo a quienes ya son fuertes o justos, sino que desciende hasta los abismos más profundos del dolor, del sufrimiento y del pecado humano.

La profundidad indica la medida en que Dios está dispuesto a entrar en nuestra realidad rota. Cuando nos encontramos “en el lodo cenagoso”, es decir, en las situaciones más oscuras y desesperadas de nuestra vida, cuando estamos oprimidos por el pecado, la culpa, la vergüenza o la soledad, el amor de Dios no se retrae ni se aleja. Al contrario, Él desciende con misericordia y compasión para alcanzarnos, para traernos salvación y liberación.

Esta profundidad del amor divino es un poderoso mensaje de esperanza. Ninguna condición es demasiado grave o demasiado lejana para Dios. No importa cuánto podamos sentirnos hundidos en el dolor o aplastados por el peso de nuestras culpas: el Señor se acerca, nos toma de la mano y nos saca, tal como lo experimentó el salmista.

Comprender la profundidad del amor de Dios nos libera de todo temor a ser rechazados o abandonados. Nos hace entender que, incluso en los momentos más difíciles, no estamos solos. Dios se acerca, se sumerge en nuestras heridas y con ternura nos sana.

Este amor profundo también nos llama al cambio: quien ha recibido tanta gracia está llamado a caminar en una vida nueva, de liberación y testimonio, para que otros también puedan experimentar el poder de este amor que desciende a la oscuridad para traer luz.