Construye y edifica

El Espíritu Santo es fundamental para edificar la Iglesia, vista en la Biblia como la “Esposa” y el “Cuerpo de Cristo”, que incluye a todos los creyentes.

Sin el Espíritu, la Iglesia no tendría ni vida ni unidad, porque es Él quien une, guía y fortalece a cada creyente, construyendo un solo cuerpo espiritual.

Desde el principio, el Espíritu Santo ha dado a la Iglesia el poder para crecer y testificar.

En Hechos, capítulo dos, cuando el Espíritu desciende sobre los discípulos en el día de Pentecostés, la Iglesia nace oficialmente.

El Espíritu llena a los creyentes, dándoles el valor de hablar de Jesús a todas las personas presentes, y es desde ese momento que la Iglesia comienza a expandirse y a crecer.

El Espíritu Santo no sólo da vida a la Iglesia, sino que también la edifica, es decir, la hace crecer y madurar.

Él da a cada creyente dones espirituales “para el bien común”. Estos dones, como la sabiduría, la fe, la sanidad, la profecía, no son para beneficio personal, sino para servir a los demás y fortalecer a la Iglesia.

El Espíritu reparte los dones a cada uno como Él quiere, permitiendo que cada miembro del Cuerpo de Cristo contribuya al bien de la comunidad.

Pablo anima a los creyentes a guardar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.

La unidad de la Iglesia es posible gracias al Espíritu Santo, que crea un lazo especial entre los creyentes, más allá de las diferencias personales.

La tarea del Espíritu es seguir construyendo y preparando a la Iglesia como la “Esposa de Cristo”, haciéndola santa y sin mancha para el día en que se encuentre con su Señor.

Así, gracias al Espíritu Santo, la Iglesia crece, se fortalece y brilla como testimonio del amor de Dios en el mundo.

Espero que este mensaje te haya ayudado a conocer mejor a la persona del Espíritu Santo y que te motive a buscar Su rostro y Su presencia.

Dios te bendiga.

Pastor Carmelo Orlando