Transforma a las personas

El Espíritu Santo es Quien cambia el corazón y la mente de los creyentes, llevándolos a vivir en armonía con la voluntad de Dios.

Sin Su obra, sería imposible transformar nuestra forma de pensar y actuar, porque nuestra naturaleza tiende a seguir el ego y nuestras inclinaciones.

Pero el Espíritu nos cambia desde adentro, capacitándonos para seguir a Dios.

Pablo nos exhorta a no conformarnos a este mundo, sino a ser transformados mediante la renovación de la mente (Romanos 12:2).

Ese renuevo es posible gracias al Espíritu Santo, que actúa dentro de nosotros cambiando nuestra perspectiva, enseñándonos a discernir lo que es bueno, agradable y perfecto para Dios.

Él nos da nuevos deseos, haciéndonos amar lo que Dios ama y rechazar lo que nos aleja de Él.

Él trabaja como un maestro interno. Jesús prometió que el Espíritu “enseñará todas las cosas” y nos recordará las enseñanzas de Cristo (Juan 14:26).

Esto significa que siempre está presente para guiarnos, mostrarnos la verdad y corregirnos cuando fallamos.

Por medio de Él, podemos producir lo que la Biblia llama “el fruto del Espíritu”: cualidades como amor, paz, paciencia y dominio propio, que reflejan el carácter de Dios y nos ayudan a honrarlo con nuestra vida (Gálatas 5:22-23).

No somos nosotros, con nuestra propia fuerza, quienes cambiamos; es el Espíritu que actúa en nosotros día tras día.

Al confiar en Él, el Espíritu Santo nos transforma paulatinamente, haciéndonos cada vez más semejantes a Cristo y capaces de vivir según la voluntad de Dios.

Es un proceso continuo, pero cada paso nos acerca a una vida plena de paz, gozo y amor.