Voluntad perfecta y buena

El Espíritu Santo es quien nos permite vivir según la voluntad de Dios, guiándonos y dándonos la fuerza para hacer lo que Él desea para nuestra vida.

Sin la ayuda del Espíritu, no podríamos hacer lo que Dios nos pide, porque nuestras capacidades son limitadas y muchas veces estamos influenciados por nuestros deseos egoístas.

Pero el Espíritu nos da el poder de seguir a Dios, incluso cuando resulta difícil.

Jesús dijo a sus discípulos que recibirían “poder” cuando el Espíritu Santo viniera sobre ellos (Hechos 1:8). Ese poder es la capacidad de hacer cosas que van más allá de nuestras fuerzas, como amar, perdonar y vivir de forma justa.

El Espíritu nos hace capaces de dar testimonio, de vivir para Dios y de superar las dificultades de la vida. Nunca estamos solos en los desafíos: el Espíritu Santo nos acompaña, ayudándonos a cumplir el plan de Dios.

Otra manera en que el Espíritu Santo nos ayuda a seguir la voluntad de Dios es a través de Su guía. Pablo dice que todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios (Romanos 8:14).

El Espíritu nos habla, nos da paz o nos incomoda cuando estamos por tomar una decisión equivocada.

Es como un consejo silencioso pero poderoso que nos muestra el camino correcto.

Por último, el Espíritu Santo nos da el valor de vivir para Dios, incluso cuando otros no lo hacen.

Nos llena de amor, gozo, paz, paciencia y de todas esas cualidades que nos hacen capaces de seguir a Dios día tras día.

De esta manera, el Espíritu Santo nos convierte en instrumentos en las manos de Dios, permitiéndonos cumplir Su plan en nuestra vida y llevar Su amor y Su luz al mundo.