Una vida de intimidad con DiosSample

Bendiciones a la carta
“...No eres ni frío ni caliente... Por lo tanto... arrepiéntete de tu indiferencia...”, Apocalipsis 3:15-19 (NTV).
Es más fácil trabajar para Dios que desarrollar una amistad con Él. Y cuando eso sucede:
1. Preferimos escuchar a los siervos de Dios antes que a Dios. “...Le dijeron a Moisés: — Háblanos tú y te escucharemos, pero que no nos hable Dios directamente...”,Éxodo 20:19 (NTV). ¿Por qué los israelitas no quisieron y nosotros no queremos escuchar a Dios? Porque cuando Él habla solo resta obedecer. En cambio, cuando son sus siervos los que hablan creemos tener el derecho de elegir o no sus consejos. Te desafiamos a un nuevo comienzo de intimidad con Dios. ¿Por qué no le ruegas al Espíritu Santo que sea tu amigo? ¿Puede existir algo más hermoso?
2. Creemos que Dios está a nuestro servicio. Las personas consumen religión como si fueran a un restaurante; es decir, piden “bendiciones a la carta”. Pensamos que Dios existe para satisfacer nuestros deseos. Por eso cuando no nos da lo que le pedimos, nos enojamos. Pero Jesús nos dejó un ejemplo diferente. Siendo Dios y Rey, se hizo siervo. ¡Y nosotros siendo siervos, queremos hacernos reyes y señores! Pablo tuvo bien en claro su lugar. Él dijo: “¿Qué quieres que yo haga?”, Hechos 9:6. En otras palabras: “tú eres el Señor, yo soy tu siervo; tú eres el Rey, yo soy tu esclavo; tú el que manda y yo el que obedece”. Cuando Jesús entendió que la gente lo quería por los regalos que les daba, se retiró a otro lugar. ¡Cuando queremos apoderarnos de Dios por motivos egoístas, Él se va!
3. Pensamos que Dios tolerará la tibieza espiritual. “Como eres tibio... te vomitaré de mi boca”, Apocalipsis 3:16 (RVC). Muchas personas han dejado enfriar su relación con Dios. Ya no tienen el fervor de los primeros tiempos. Ya no sienten el anhelo profundo de amarlo, buscarlo y agradarlo. Las preocupaciones del diario vivir, el afán por progresar y los placeres de esta vida han congelado sus corazones. ¿Cómo está tu búsqueda de la presencia de Dios? ¿Existen otras prioridades que se interponen en tu comunión con Él? ¡Cuidado! La tibieza espiritual siempre termina en una de estas opciones: avivamiento o juicio.
¿Quieres la plenitud del Espíritu? Hay un precio que pagar, y es alto. La dádiva maravillosa de su comunión no la obtendrás en una tienda de baratijas. Te va a costar. Tienes que morir al yo, ¡ese es el precio! Pero si lo haces, verás que vale mucho más. ¡Él lo vale todo!
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Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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