LA MUJER EXTRANJERA

A VECES HAY QUE INSISTIR HASTA LOGRARLO

La historia de esta mujer muestra una faceta de Jesús que desconocíamos. Tuve que leer esta historia muchas veces y estudiar el trasfondo cultural para entender que la rudeza de parte de Jesús, era en realidad una prueba que el le tendió a esta mujer para que fuera de ejemplo para todos los judíos que aún no creían en él. Ella pasó esa prueba con honores. No sabemos el nombre de esta mujer, solo que vivía en la región de Fenicia y era del grupo de los cananeos, los cuales no adoraban al Dios de Israel y eran considerados enemigos de los judíos. Algunos judíos le llamaban despectivamente a esta gente “perrillos”. Jesús estaba por esa área con Sus discípulos y se había encerrado en una casa con la esperanza de que nadie supiera que Él estaba por allí, ya que su influencia cada día iba en aumento. Ese plan no funcionó, ya que esta mujer se enteró que Jesús, el que sanaba a la gente de males, espíritus y dolencias, estaba por allí. Entonces se presentó delante de Jesús con una petición, pero fue ignorada por Él. Esta mujer seguía insistiendo, ya que su amor de madre sobrepasaba toda humillación que ella pudiera sufrir. Los discípulos se cansaron de escucharla y le pidieron a Jesús que hiciera algo para que ella dejara de acosarlos. Ella quería pedirle a Jesús que sanara a su hija de la posesión de un demonio que la atormentaba y que la tenía en cama. Jesús por fin estuvo dispuesto a escuchar su petición, pero no estaba convencido de ayudarla porque Él debía encargarse de los judíos y ella no era judía. Aunque ella insistió, Jesús le negó su ayuda alegando que “—No está bien quitarles la comida a los hijos para echársela a los perros” (v.26). Al escuchar esto, ella se arrodilló a los pies de Jesús y le dio la razón, pero defendiendo su causa le dijo: “—¡Señor, eso es cierto! Pero aun los perros comen de las sobras que caen de la mesa de sus dueños" (v.27). Jesús fue conmovido por la fe de esta mujer no judía que sabía que aun unas migajas de fe eran suficientes para concederle un milagro. Jesús le concedió lo que ella deseaba. Cuando la mujer llegó a la casa su hija estaba sentada en la cama y ya no estaba poseída. Que hermosa historia con una gran enseñanza para los cristianos que creen que la gente “del mundo” no tiene suficiente fe.

De esta mujer insistente podemos aprender que:

• Presentarse y pedir es el primer paso para obtener ayuda de Dios, del gobierno, de nuestra familia, etc.

• Dios también le extiende su misericordia a los no convertidos. “Confiamos en Dios, pues sabemos que él nos oye, si le pedimos algo que a él le agrada" (1 Juan 5:14).

• Dios pone a prueba nuestra fe para ver si merecemos lo que estamos pidiendo.

• La perseverancia demuestra interés y compromiso.

• Muchas mujeres en la Biblia fueron inmigrantes; Rut, Noemí, Rahab, María. Muchas de nosotras también somos inmigrantes. Debemos asimilar y respetar la cultura del lugar a donde Dios nos ha llevado.

• Se vale soportar humillaciones por nuestros hijos.

Procuremos pasar con honores las pruebas a nuestra fe. Si una mujer que no creía en Dios fue capaz de recibir un milagro, imagínate lo que Dios podría darle a la gente que lo ama y lo reconoce como Dios. Aunque nos conformemos con las migajas, Dios se encargará de darnos hasta que tengamos de sobra. La fe es el motor de los milagros. Nunca dejemos de creer en Dios.