El peligro de no estar donde deberías.

Una mujer sabia que admiro dice algo que parece obvio, pero es brutalmente cierto: “Cuando no estás donde debes estar, por lo general, estás donde no deberías estar".

Eso le pasó a David. El rey de Israel, el hombre conforme al corazón de Dios, no estaba donde le correspondía: en el campo de batalla. En vez de pelear, se quedó en su palacio. Y aunque parecía un lugar seguro, en realidad era el sitio más peligroso. Porque fue allí donde bajó la guardia, se distrajo y terminó mirando lo que no debía.

El pecado de David no empezó en la terraza cuando vio a Betsabé, empezó antes… en su comodidad. Cuando decidió mandar a otros a hacer lo que le correspondía a él: ‘David mandó a Joab con la guardia real y todo el ejército de Israel…’ (2 Samuel 11:1 NVI). Cuando justificó el descanso en lugar de asumir su responsabilidad.

Y la verdad es que muchas veces caemos igual. No en lugares “malos”, sino en los aparentemente inofensivos: el sofá, el móvil, la excusa de “solo un rato”, la idea de que “me lo merezco”. Pero esos lugares cómodos son el terreno perfecto para bajar la guardia.

Yo tenía 16 años cuando bajé la guardia. Me creí el dueño de mi vida y decidí apartarme del camino del Señor. Pensaba que estaba seguro, pero en realidad estaba perdido. Y eso me llevó a tomar decisiones que me hicieron daño y me alejaron de Dios. Hoy miro atrás y pienso: si hubiera decidido estar en Su presencia, en el lugar que me correspondía, no habría dado pasos que luego me costaron tanto.

La distracción no se ve peligrosa hasta que ya estás dentro.

Hazte estas preguntas:

¿Estoy donde Dios quiere que esté, o me estoy quedando ‘en casa’?
¿Qué batallas estoy dejando de pelear por estar distraído?

Oración:
Señor no permitas que la comodidad me desvíe de tu propósito en mi vida y ayúdame a decidir cada día estar en tu presencia.