Aridez vs Fecundidad

Mical, hija de Saúl, representa la aridez espiritual. Aunque vivió en las estancias reales, nunca participó de la voluntad de Dios. Cuando David llevó de regreso el arca a Jerusalén con gozo y humildad, Mical permaneció distante, observando desde lejos y despreciando a su esposo por su actitud. No solo no comprendió el significado profundo de aquel momento, sino que su corazón se mostró árido, incapaz de dar fruto. Su esterilidad física se convirtió en símbolo de una vida sin crecimiento espiritual, marcada por el juicio y el orgullo. Incapaz de someterse a Dios, quedó confinada en su amargura, sin dejar herencia.

Betsabé, en cambio, aunque atravesó momentos difíciles y trágicos, se reveló como una mujer fructífera tanto física como espiritualmente. Su camino no estuvo exento de sufrimiento, pero, a diferencia de Mical, mostró un corazón sensible y abierto a la voluntad de Dios. Después de perder al primer hijo que tuvo con David, fue consolada y de ella nacieron otros cuatro hijos, entre ellos Salomón, escogido por Dios para reinar sobre Israel. Su historia muestra cómo, aun a través del dolor, quien confía en Dios puede dar fruto y recibir gracia.

El contraste entre Mical y Betsabé es evidente: la primera quedó estéril, la segunda, a pesar de las adversidades, se dejó transformar por el amor de Dios, trayendo vida y bendición.