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Otra cosa que nos da victoria sobre nuestros temores es saber que nos tenemos los unos a los otros. Tenemos el cuerpo de Cristo: la Iglesia. Efesios 5:19–20 nos recuerda: “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.”

Cuando el enemigo intenta engañarnos, cuando quiere hacernos creer que estamos solos en medio de la prueba, debemos recordar esta verdad: Que en la misma noche en que fue traicionado —en ese contexto de dolor, de traición y de oscuridad— Jesús preparó provisión para que nosotros pudiéramos resistir.

Las pruebas no son para demostrar que “somos fuertes”. No se trata de nosotros, no se trata de “aguantar solos”, de probar que somos “duros” o espiritualmente invencibles. Se trata de confiar en Él. De confiar en que ya preparó el camino. En que en esa misma noche en que fue traicionado, Él partió el pan, compartió la copa, y selló un nuevo pacto con nosotros.

Nos mostró la cruz y nos dijo: “Ya lo hice por ti. Ya preparé el lugar. Ven y camina conmigo.” “Yo ya recorrí ese camino de dolor, de rechazo y de temor. Ahora camina conmigo… porque no estás solo.”

Cuando nos dice: “Come y bebe de esta copa”, nos está diciendo: “Estás dentro, eres parte de este pacto.” Esta vida no se trata de ti. No se trata de tu fuerza. Todo se trata de Él. De su fidelidad, de su promesa cumplida, de que Él ya ganó la victoria y ahora nos la entrega a nosotros.

Y finalmente, quiero mirar a Cristo. Pienso en Jesús, en quien habita la doble naturaleza: verdadero Dios y verdadero hombre. Y cuando miro el Getsemaní… Cuando escucho su llanto… Cuando veo su sudor como gotas de sangre… Cuando lo observo postrado ante el Padre… Veo temor. Sí, temor.

¿No crees que Jesús sintió miedo? Claro que sí. No dejes que tu mente te engañe pensando que Él no puede identificarse contigo. No pienses que es un Dios distante, inalcanzable, que no entiende tu dolor. Jesús sabía que iba a morir. Y aun así obedeció.

Hay momentos en los que sabemos que estamos caminando en obediencia a Dios… pero aun así todo parece salir mal. Damos pasos firmes, obedecemos Su palabra, seguimos Su dirección… y aun así llegan el rechazo, el dolor, la pérdida, la incomprensión. Y eso no significa que algo está mal contigo. Significa que estás caminando con Cristo.

Porque el camino de Cristo no fue cómodo, fue un camino de entrega, de sacrificio, de dolor, pero también de gloria, de redención y de victoria. A veces pensamos que si obedecemos a Dios todo será perfecto, que todo “funcionará como un reloj”. Pero lo cierto es que entre más camines en obediencia, más te cruzarás con el dolor. ¿Por qué? Porque es allí donde Cristo camina también, donde están los heridos, donde están los que sufren, donde hay necesidad, donde hay muerte… Allí va Jesús. Y si vas con Él, también verás la gloria de Dios manifestarse en medio del sufrimiento.

Por, Andrés Vargas y Equipo TopCristianos

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