¿Quién te reemplazará?

Cuando era estudiante, la persona que luego se convertiría en mi jefa visitó nuestra institución y le hizo una pregunta sencilla pero contundente a la persona a cargo:

"¿Quién de tu equipo puede reemplazarte? ¿A quién estás preparando para que algún día tome tu lugar?".

Al principio, sonó un poco duro, pero rápidamente se convirtió en una de las lecciones de liderazgo más valiosas que he aprendido. Me hizo comprender que cada posición, título y oportunidad que Dios nos da es temporal, no para que nos esforcemos menos, sino para que nos dediquemos a tener un impacto duradero y a capacitar a otros para que continúen la obra cuando nuestro tiempo termine.

No tengas miedo de ser reemplazable. De hecho, es una de las oportunidades más hermosas que tenemos como líderes: construir, creer e invertir en los demás. Para descubrir sus talentos en bruto y ayudar a pulir los dones que Dios puso en ellos.

Pero aquí hay una verdad importante: no se puede construir en personas que no están dispuestas a aprender. Por eso es tan importante identificar a aquellos en tu equipo que tienen la capacidad y el corazón para llevar adelante la visión, quizás incluso mejor que tú.

Uno de mis recordatorios favoritos de esto proviene del propio Jesús en Juan 16:7:

Pero les digo la verdad: es mejor que me vaya porque si no, el Consejero no vendrá a ustedes. En cambio, si me voy, se lo voy a enviar.

Otras versiones dicen: Les conviene que me vaya.

Si incluso Jesús, en su liderazgo perfecto, reconoció la importancia de hacerse a un lado para que alguien tomara su lugar, el Espíritu Santo, pudiera venir y continuar la obra, ¿por qué a veces nos aferramos tanto a nuestros roles como si estos nos definieran?

Si te cuesta dejar que alguien más ocupe tu lugar, podría ser una señal de que tu rol ha pasado de ser un llamado a convertirse en un ídolo. Las posiciones están destinados a ser plataformas para el servicio, no pedestales para la autoestima.

El verdadero liderazgo se trata de edificar a otros, capacitarlos plenamente y celebrar cuando brillan. Esto no tiene nada que ver con la edad ni la experiencia; ya seas joven o experimentado, si no estás formando activamente a alguien que te reemplace, estás estancado. Y lo que se estanca, eventualmente muere.

Hoy quiero retarte:

¿En quién estás invirtiendo?

¿A quién estás capacitando, levantando y empoderando para que algún día ocupe tu lugar?

Dales todo lo que puedas. Mantén la vista abierta para encontrar nuevas personas a quienes guiar y formar. La belleza de un equipo sano es que la misión continúa, a veces incluso con más fuerza, cuando no estás presente. Así es un liderazgo sano. Así es como nos mantenemos como agua que fluye, siempre avanzando.

Cada sueño que Dios te dio no es solo para ti. Está destinado a multiplicarse, para que otros también puedan vivir en su propósito. Amo a Jesús y amo al Espíritu Santo, y ahora entiendo que realmente fue necesario que Jesús se fuera para que el Espíritu Santo pudiera venir y continuar Su obra en nosotros. ¡Lideremos con el mismo corazón!

Gracias por acompañarme en este camino de liderazgo. Es un honor compartir las lecciones y experiencias que me han formado como líder e hija de Dios. Pido a Dios que estos momentos te inspiren a liderar con valentía, amar bien a los demás y crear un impacto duradero en tu equipo y comunidad. Y que siempre recordemos que, hagamos lo que hagamos, lo hacemos para glorificar a Dios y dejar cada lugar mejor de lo que lo encontramos.

Oración:

Amado Dios, gracias por recordarme hoy que, tal como nos diste ejemplo, una parte importante de mi llamado como líder es guiar, equipar y edificar a otros para que algún día ocupen mi lugar. Gracias por el privilegio de servir en esta posición. No sé cuánto durará esta etapa, pero te pido que nunca me dejes perder de vista el propósito que la sustenta.

Ayúdame a recordar que no se trata de mi plataforma, sino de reflejar tu luz, impactar y cumplir tu propósito en este lugar. Dame discernimiento para reconocer a las personas que has puesto a mi alrededor para invertir en ellas. Y al hacerlo, cuida mi corazón para que no me vuelva amargado, controlador, ni territorial, sino mejor, creciendo en generosidad, ofreciendo libremente el conocimiento que me has dado, la sabiduría y la experiencia que me has confiado.

Gracias por pensar en mí, por llamarme a liderar en esta temporada. No permitas que pierda de vista lo valiosa y sagrada que es esta oportunidad.

En el nombre de Jesús, amén.