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Simplemente Mujer

DAY 4 OF 5

Día 4: En mis fuerzas es imposible

En nuestras vidas, es posible que en no pocas ocasiones hayamos tenido que decidir si mantenemos intactas nuestras convicciones, nuestra fe y nuestra fidelidad al Señor, o sí, por el contrario, nos damos el “permiso aceptable” de flexibilizarnos un poco si la situación lo amerita: por temor a alejarnos de personas a las que amamos, porque no nos agrada la confrontación, por vergüenza, por el qué dirán, por esa crítica férrea y despiadada, o porque sencillamente no supimos cómo actuar. Nuestra valerosa mujer de hoy nos muestra que es posible perseverar más allá del miedo, del sufrimiento e incluso de la posibilidad de perder la vida por amor a Dios. Esther Ahn Kim nos inspira con su entereza, pasión y osadía.

ESTHER AHN KIM nació en Corea en 1908 bajo el nombre de Ahn Ei Sook. Dos años después, Japón invadió y anexó Corea por 35 años, buscando “japonizar” a los coreanos, obligándolos a adorar y rezar a sus dioses, a emperadores muertos o a antiguos héroes de guerra. La cárcel, la tortura o incluso la muerte eran el destino de quienes se negaban a tal adoración. Su influencia cristiana fue su madre, quien en alguna ocasión le dijo: “Los ídolos no tienen ningún poder. El Señor Jesús es el único que puede darnos verdadero poder, felicidad y paz”, palabras que Ei Sook atesoró toda su vida. Ante la decidida negativa de inclinarse ante una diosa japonesa, fue arrestada, pero en esa oportunidad pudo escapar. Sin embargo, sabía que era cuestión de tiempo para que la encontraran, y sabiendo que en su encierro no tendría acceso a las Escrituras, dedicó su tiempo a prepararse: memorizó más de 100 capítulos bíblicos, así como muchos himnos, se abstuvo de comida y agua durante días y durmió en el frío para entrenarse para las condiciones en prisión. Después de huir por un tiempo, el Señor la llamó a llevar su mensaje nada menos que a Japón, donde sabía que podría ser golpeada, torturada o asesinada. Tanto ella como otro predicador que la acompañaba hicieron público el llamado al arrepentimiento al gobierno japonés. Fueron, por supuesto, encarcelados y enviados como prisioneros a Corea entre 1939 y 1945, donde sufrieron hambrunas constantes, frío extremo y maltratos. En medio de este horror, Ei Sook fue capaz de llevar el Evangelio a carceleros y demás presos que aceptaron al Señor. En una ocasión, en medio del frío arrasador y la escasez, cedió su porción de alimento por varios días a una mujer sucia y considerada demente, sentenciada a muerte por haber asesinado brutalmente a su esposo. Esta mujer llegó incluso a agredirla, pero Ei Sook respondió cuidándola y orando incansablemente por ella. Cuando fue ejecutada, la mujer no solo murió en su sano juicio, sino que lo hizo caminando por fe, habiendo aceptado a Jesucristo. Con el tiempo, Corea fue liberada. Ei Sook conoció al hombre con el que se casó y se mudó a Estados Unidos, adoptando el nombre de Esther Ahn Kim. Luego de su liberación, la historia de su fe inquebrantable se convirtió en el libro If I Perish (Si muero), el de mayor venta en Corea, inspirando a millones a permanecer firmes y defender su fe.

Nuestra “montaña” de temor e incertidumbre puede ser muy diferente a la de Esther: problemas en la familia, con los hijos o el esposo —o la falta de este—, problemas financieros, una enfermedad persistente, inseguridades o emociones desgastadas y frágiles. Pero la respuesta es la misma: solo mediante la fuerza y el impulso de aquel Poderoso Gigante que va delante nuestro, el que ha prometido pelear nuestras batallas y no abandonarnos jamás, el que nos tiende su mano firme de ayuda y consuelo. Ese Dios, Señor y amigo que nos asegura que nuestra angustia no será en vano, porque Él es fiel y justo para cumplir lo que prometió. La recompensa por nuestra valentía y esfuerzo llegará. No flaqueemos. No nos demos por vencidas. No dejemos de creer ni de luchar. El ejemplo de esta mujer nos alienta, nos desafía y nos confronta con nuestras propias posibilidades de sufrir por Cristo, y nos lleva a preguntarnos si realmente estamos tomando nuestra cruz y siguiendo a Jesús.

Consejo: Atrévete a creer, confiar, clamar y aferrarte al poder y al amor sobrenatural del Señor, y compártelo con quienes te rodean. Sé absolutamente valiente.

Oración: Ayúdame, Jesús, mediante el poder de tu Santo Espíritu, a hacer mías y proclamar las oraciones de Esther: “Hoy, en la montaña, delante de la gran multitud, proclamaré que no hay otro Dios sino tú. Señor, ¡soy tan débil! Por favor, ayúdame a hacerlo. Estoy defendiendo tu nombre. Guárdame". Bien dijo esta grandiosa mujer, después de honrar tu grandeza: "He hecho lo que debía hacer. Ahora te encomiendo el resto a ti. Hoy morí en esa montaña. Ahora solamente tú eres quien vive a través de mí. Dejo todo en tus manos." Amén.

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Proverbios 31:10 exalta el valor de la mujer, comparándola con piedras preciosas. Sin embargo, muchas veces cuesta reconocernos como tal, influenciadas por heridas y agresiones que nublan nuestra identidad. Este devocional de cinco días nos invita a reflexionar sobre la vida de mujeres reales, poderosas y extraordinarias, quienes, a pesar de sus distintas circunstancias, encontraron su fuerza y verdadero valor en Dios. Él transformó la percepción cultural y personal de la mujer, dignificándola y dándole un lugar especial en su obra, recordándonos que nuestra valía está en Él y no en lo que otros dicen.

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