Siervo, ¿Yo?Sample

Una invitación al servicio
Quisiera comenzar este devocional proponiéndote un pequeño ejercicio de reflexión: Piensa por un momento... antes de conocer a Cristo, ¿habías escuchado la palabra siervo? Y si la escuchaste, ¿con qué la asociaste?
Tal vez pensaste en alguien de menor rango que otro, una persona sin educación, alguien que podía ser tratado con desprecio, que debía obedecer sin cuestionar, o incluso alguien sometido completamente a la voluntad de otro.
Sin embargo, cuando llegamos a Cristo, nuestra comprensión de muchas palabras —y realidades— cambia. Y ese cambio depende, en gran parte, de la enseñanza que recibimos en la iglesia donde comenzamos nuestro caminar de fe, y de cómo el Espíritu Santo comienza a hablarnos a través de la Palabra.
He visto que a muchas personas les resulta relativamente fácil dar ciertos pasos iniciales: hacer la oración de fe, bautizarse, tomar un curso de fundamentos cristianos, congregarse con alegría, incluso comenzar a comprender el principio del diezmo (aunque confieso que muchas veces tardamos en entenderlo del todo, quizás porque como líderes no siempre enseñamos con claridad no sólo sobre el 10%, sino también sobre cómo administrar el otro 90%, ya que —al fin y al cabo— todo le pertenece al Señor).
Pero hay un aspecto que suele costar más: abrazar el llamado a ser siervo.
Sí, aunque todo lo anterior es hermoso y forma parte de nuestro caminar con Dios —y es Él mismo quien va depositando esas convicciones en nuestro corazón, nunca por imposición—, debemos entender que el llamado al servicio no es opcional, ni exclusivo para algunos: es una invitación que Dios hace a todos sus hijos.
La Biblia lo deja muy claro:
- “Quien quiera servirme debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi siervo. A quien me sirva, mi Padre lo honrará" (Juan 12:26 NVI).
- “Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos" (Marcos 9:35 NVI).
- “Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:45 NVI).
- “Su señor le respondió: ‘¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!’"(Mateo 25:21 NVI).
Y entonces el término siervo comienza a incomodarnos un poco…
¿Yo, siervo? ¿Servir a los demás?
—“Pero si yo estudié en…”.
—“Si yo soy gerente de…”.
—“Si mi apellido es…”.
Lo que sucede es que, cuando enfrentamos el concepto bíblico de servir, nos confronta directamente en lo más profundo: el ego.
Y por eso mismo es tan importante enseñarlo y entenderlo.
Una de las primeras cosas que el Señor me mostró cuando le entregué mi vida, fue precisamente esto: que me había llamado a ser sierva. Y debo decir con sinceridad… todavía estoy aprendiendo.
Aclaro algo muy importante: en el servicio no hay jerarquías que escalar. Esto no es una carrera de méritos ni un sistema de posiciones. Pero aprender a vernos como siervos tiene un valor inmenso, porque transforma nuestra visión de la vida y nos permite vernos como verdaderos hijos de Dios.
Un consejo para quienes están solteros: si tienes esta visión clara en tu corazón, te ayudará al momento de conocer a alguien. Servir, lejos de ser debilidad, revela el carácter. Y si ya estás en una relación, es un valor fundamental que debes cultivar y observar también en la otra persona.
Durante los próximos días, te invito a explorar juntos dos versículos sencillos pero profundos de la Carta a los Colosenses. Esta carta fue dirigida a una iglesia situada en Asia Menor, en una ciudad pequeña donde, por la gracia de Dios, llegó el evangelio gracias a un siervo fiel que escuchó el mensaje y obedeció al llamado de Dios.
Mi invitación para ti hoy es esta:
Con honestidad y en oración, pregúntale al Señor cómo has entendido el servicio en tu vida. Y si aún no lo has comprendido del todo, haz de esto tu oración (también es la mía): que durante estos días puedas entenderlo mejor para vivirlo con mayor profundidad.
¡Nos encontramos mañana!
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Antes de conocer a Cristo, ¿habías escuchado la palabra siervo? Y si la habías oído, ¿con qué la relacionaste? Tal vez pensaste en alguien inferior a otro, en una persona sin educación, alguien a quien se podía maltratar o hablarle con rudeza. Quizás imaginaste a una persona sometida, dispuesta a obedecer sin cuestionar todo lo que su amo le demandara. O, tal vez, pensaste en alguien entregado al servicio de Dios.
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