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Jardines en Medio De Cárceles Y DesiertosSample

Jardines en Medio De Cárceles Y Desiertos

DAY 3 OF 5

LA HISTORIA

Siguiendo con las cárceles de Pablo, se relata entre los capítulos 23 y 26 de Hechos cuando fue llevado ante el concilio judío para responder por las acusaciones en su contra.

Al declarar su inocencia, el sumo sacerdote mandó golpearlo, lo que generó tensión en la sala. Pablo, al darse cuenta de que unos eran fariseos y otros saduceos, habló sobre la resurrección de los muertos, lo que provocó una fuerte discusión entre ambos grupos.

En medio de una sentencia de muerte, el comandante romano lo sacó del lugar y lo llevó al cuartel. Sin embargo, esa noche el Señor se le apareció y le dijo: “Ten ánimo; así como has testificado de mí en Jerusalén, también lo harás en Roma.”

Mientras tanto, más de cuarenta judíos conspiraron para matarlo y juraron no comer ni beber hasta cumplirlo. Pero el sobrino de Pablo descubrió el plan y avisó al comandante. De inmediato, se organizó una fuerte escolta militar para llevar a Pablo protegido hasta Cesarea, donde sería presentado ante Félix, el gobernador romano.

Ya en Cesarea, los líderes judíos viajaron desde Jerusalén con un orador llamado Tértulo, quien acusó a Pablo de causar disturbios y de profanar el templo. Pablo se defendió con respeto, explicando que no había hecho mal alguno y que su única “falta” era creer en la resurrección de los muertos.

Félix, al escucharlo, decidió postergar el juicio y lo mantuvo detenido, esperando que Pablo le ofreciera dinero para liberarlo. Así pasaron dos años, hasta que Félix fue reemplazado por un nuevo gobernador, Porcio Festo.

Cuando Festo asumió, los judíos volvieron a insistir en que Pablo fuera llevado a Jerusalén, pues planeaban matarlo en el camino. Pero Festo decidió escucharlo en Cesarea. Al no encontrar pruebas en su contra y viendo que Pablo apelaba al derecho de ser juzgado por el César, Festo aceptó enviarlo a Roma.

Poco después, el rey Agripa II y su hermana Berenice visitaron a Festo, y este les comentó el extraño caso de Pablo, quien hablaba de un tal Jesús que había muerto y, según él, había resucitado.

Agripa mostró interés en escucharlo, y así Pablo compareció ante el rey. Con serenidad, relató su vida pasada como fariseo y perseguidor de los cristianos, hasta el día en que Jesús se le apareció en el camino a Damasco. Contó cómo esa experiencia transformó su vida y lo llevó a predicar el arrepentimiento y la fe en Cristo tanto a judíos como a gentiles.

Festo lo interrumpió diciendo que estaba loco por tanto estudio, pero Pablo respondió que hablaba palabras de verdad y cordura. El rey Agripa, impresionado, le dijo: “Por poco me persuades a ser cristiano.”

Finalmente, Agripa y Festo coincidieron en que Pablo no había hecho nada digno de muerte ni prisión, y comentaron que podría haber sido liberado si no hubiera apelado al César. Sin embargo, esa apelación cumpliría el propósito de Dios: llevar el mensaje del Evangelio hasta Roma, el corazón del imperio.

REFLEXIÓN

En el capítulo anterior se relataba una cárcel de silencio, de incertidumbre y de alabanza. En este, en cambio, hablaremos de una cárcel de persecución, de muerte y de valentía.

En esta prisión, Pablo es acusado y sentenciado a muerte por una sola razón: haber proclamado una verdad del Evangelio.

Muchas veces cuesta imaginar qué habríamos hecho en el lugar de Pablo. Cuesta empatizar con su historia, porque parece algo imposible de vivir en nuestros días. Sin embargo, me gustaría llevar esta reflexión hacia la valentía con la que Pablo compartió su fe y la paz que tuvo en sus cárceles.

Se nos ha enseñado que desde el momento en que comienzas a vivir tu fe, tu vida mejora automáticamente. Se ha presentado la fe como una solución instantánea a los problemas: enfermedades, relaciones rotas, economía o cualquier área donde haya necesidad.

Pero desde mi experiencia, y desde lo que he observado a lo largo de mi vida, puedo decir con absoluta certeza que no es así.

Y, además, podemos verlo claramente en la vida de Pablo: su fe no lo libró del sufrimiento, sino que muchas veces fue precisamente esa fe la que lo llevó a prisiones, injusticias y dolores difíciles de comprender o explicar.

Por eso, en primer lugar, quiero enfatizar —con total convicción— que declarar a Jesús como tu Salvador no es un boleto de entrada a una vida perfecta y sin complicaciones.

Sin embargo, con la misma seguridad puedo afirmar que declarar a Jesús como tu Salvador y vivir tu fe puede llenar cualquier vacío y sanar cualquier herida, aunque el contexto no cambie.

Muchas veces tu vida sigue igual: no recibes el milagro que esperabas, no se restaura una relación, no llega la sanidad, no regresa la persona que perdiste, no obtienes ese trabajo. Pero, en medio de todos esos “no” y de tantos silencios, algo dentro de ti cambia.

Empiezas a experimentar una paz distinta: una paz injustificada, una paz que no tiene sentido lógico, pero que llena. Es una paz que cuesta explicar, pero que se siente tan real que lo transforma todo por completo.

De pronto, comienzas a caminar distinto, pensar distinto, actuar distinto y sentir distinto, incluso en medio de los valles de pruebas, incertidumbres y problemas.

No podría decir exactamente cómo ni cuándo ocurre, pero llega un momento en que esa paz es la que determina tu gozo, tus pasos, tu fe y su crecimiento. Y es esa paz la que brilla con más fuerza en los días más oscuros.

He comprendido que la paz que el Espíritu Santo nos permite experimentar muchas veces requiere de cárceles.

Suena contradictorio pensar que el Señor quiera vernos allí, pero no se trata de eso. Se trata de que necesitamos vivir momentos difíciles, adversos, injustos y dolorosos para realmente experimentar la paz que viene de Dios.

Cuando todo va bien, la paz y el gozo parecen naturales, casi automáticos; los damos por sentados.

Pero en medio de la crisis, vivir con paz se convierte en un acto de fe y valentía, y sentirla se vuelve en sí mismo un milagro.

Un milagro que no tiene explicación, que no siempre cambia las circunstancias, pero transforma el corazón.

Y cuando esa paz comienza a habitar en ti, se refleja en tu forma de vivir y de enfrentar lo que venga.

Esa paz se vuelve una predicación silenciosa, una luz que brilla en medio de la oscuridad.

Porque la luz necesita de la oscuridad para ser vista, así como la paz necesita de las pruebas para manifestarse, y nosotros necesitamos de fe para experimentar ambas.

Así que te invito a enfrentar tu cárcel con valentía y con fe, confiando en que Dios es el autor de nuestras vidas.

Él nos dará el ánimo y las fuerzas para continuar, porque todo está en sus manos y nada ocurre fuera de su propósito.

Y si el propósito de esta prueba es llevarte a experimentar su paz, entonces ya estás viviendo el milagro.

Scripture

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Jardines en Medio De Cárceles Y Desiertos

Este devocional invita a transitar por dos escenarios de fe: las cárceles y los desiertos. Inspirado en las vidas de Pablo y Oseas, guía al lector a descubrir cómo la oración, la alabanza y la confianza surgen incluso en medio del dolor y la espera. Cada reflexión explora la unión entre nuestra fragilidad y el poder restaurador de Dios, enseñando a depender, alabar en la oscuridad y hallar esperanza en el silencio. No ofrece respuestas simples, sino la certeza de que, aun frente al muro más alto o en el desierto más árido, Dios sigue presente, obrando y restaurando

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