Un militar – Centurión Romano

Mientras agonizaba en la cruz, Jesús seguía recibiendo burlas, juicios y críticas, en medio de todo esto él no se quejó, no luchó por bajarse o no ser crucificado, de su boca no salió ninguna sentencia o juicio, sino palabras de perdón. El cielo y la tierra manifestaron lo que estaba sucediendo, el hijo de Dios estaba por bajar a la profunda oscuridad de la muerte, hubo un gran terremoto, las piedras se partieron, tumbas fueron abiertas y el velo fue rasgado. De alguna manera todos estos sucesos hicieron que aquel centurión romano que veía morir a Jesús lo reconociera como un hombre justo y el verdadero Hijo de Dios.

Porque cuando no dejamos que nuestro corazón se endurezca ante la grandeza de Dios, él puede mostrarnos cosas maravillosas. El centurión pudo ver la justicia y la divinidad de Jesús en medio de su sufrimiento y muerte.

Evaluémonos a nosotros mismos ¿hemos dejado que la dureza de nuestro corazón nos impida ver el mover de Dios en nuestras vidas?