Una mujer – María

Podemos imaginar cómo se sintió María cuando irrumpió en la cena celebrada en honor a Jesús. Seguramente, las miradas de los hombres sentados alrededor de la mesa se dirigieron a ella, preguntándose cómo una mujer se atrevió a entrar en un evento reservado para ellos. En aquel tiempo, las mujeres eran marginadas a un papel secundario en la sociedad, limitadas a ser madres y esposas en un entorno profundamente patriarcal. No se les permitía sentarse públicamente con los hombres ni participar de estos espacios. Sin embargo, Jesús rompió con estas barreras culturales y sociales de su época, otorgándoles dignidad y respeto, y reconociendo su verdadero valor.

El encuentro de María con Jesús nos demuestra que Jesús no juzga según la condición social de las personas, al contrario, ve el corazón. María se encontró con Jesús de forma intencional, ella fue a buscarlo, y le entregó una ofrenda de gratitud, amor y respeto. En lugar de rechazarla, como lo hicieron los demás presentes, Jesús la defendió y exaltó, mostrándonos que cuando nos acercamos a él con la actitud correcta, él no nos rechaza, nos acepta y nos defiende, tal como lo hizo con María.

Este ejemplo nos invita a reflexionar sobre nuestras propias actitudes. ¿Actuamos con amor y comprensión, como lo hizo Jesús? ¿O permitimos que el juicio y las críticas, como las de Judas, guíen nuestras acciones? Preguntémonos qué lugar ocupa Jesús en nuestras vidas y cuál es nuestra motivación al buscarlo.