Un Servicio De Devoción ApasionadaSample

Día 5: Recompensas

Servimos por amor, no por recompensa, pero Dios siempre recompensa. Nunca debería ser nuestro objetivo servir a Dios esperando recibir algo a cambio (si así fuera, es probable que nuestro corazón no esté apuntando a Cristo).

Él ya nos lo ha dado todo: su amor incondicional, su perdón, su gracia inmerecida y, sobre todo, la entrega de su Hijo hasta la última gota de sangre en la cruz.
“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?” (Romanos 8:32, NVI).

Nos ha dado una herencia eterna, salvación y la promesa de una tierra nueva, donde no habrá más dolor, ni llanto, ni muerte (Apocalipsis 21:4).

Sin embargo, el servicio sincero nunca queda sin recompensa. No porque lo merezcamos, sino porque Dios es generoso y ama bendecir a sus hijos.

El servicio trae regalos invaluables, muchos de ellos no materiales:

• Encontramos a Jesús de forma personal, en cada rostro al que amamos, en cada mano que ayudamos.
• Encontramos comunidad, una familia espiritual que nos abraza, seca nuestras lágrimas, ríe con nuestras victorias y nos levanta en los fracasos.

Servir es deleitarse en el Señor. Cada vez que ayudamos a que la Palabra de Dios alcance una nueva alma, nos deleitamos en Él. La Palabra promete que cuando eso sucede, Él concede los deseos más profundos de nuestro corazón, conforme a su voluntad.

Aunque las recompensas no son la razón por la que servimos, el Dios del cielo, dueño del oro y la plata, creador de mares, montañas y atardeceres, se complace en enviar bendiciones desde lo alto.

Él lo hace cuando quiere, como quiere y conforme a su voluntad, que es buena, agradable y perfecta.

Servir no es una transacción, es una respuesta de amor. No es un camino fácil, pero es el camino donde encontramos a Cristo, crecemos como discípulos y somos moldeados para su gloria.

Y aunque no servimos por lo que recibimos, servir trae recompensas eternas.