La puerta roja

Muchas personas tienden a mirar las cosas por su belleza exterior, sin considerar su verdadera esencia. Probablemente muchos de nosotros quedaríamos asombrados por la belleza y la grandiosidad de las puertas que los egipcios construyeron en sus hogares, pero pocos nos preguntaríamos quién vivía detrás de esas hermosas puertas.

Una noche, le tocó a Dios pasar por las calles de Egipto, y sabemos con certeza que Él no se detuvo a evaluar las casas por sus puertas; sólo unas pocas recibieron su atención: las de los hebreos. No porque fueran más bellas —al contrario—. Eran casas con puertas sin atractivo, habitadas por esclavos. Pero su valor estaba en la sangre de un cordero inocente.

Dios ni siquiera miró a las personas dentro de esas casas; Su atención estaba puesta exclusivamente en la sangre de ese cordero inocente, derramada sobre esas humildes puertas de madera. Fue así como aquellos que estaban dentro de esas pobres viviendas fueron librados del dolor y de la muerte.

Esa sangre aún tiene un profundo significado para nosotros hoy. Ya no se trata simplemente de la sangre de un animal inocente; ahora es el anuncio de un sacrificio mucho más poderoso: la sangre de Jesús, derramada para la salvación de muchos. Nuestra puerta roja es la cruz de Cristo. Esta “puerta” es tan poderosa que tomó todas nuestras culpas y las lavó con la sangre del Cordero.

Si aún no lo has hecho, necesitas entrar por esta puerta roja para comenzar a vivir tu vida en Cristo. Es la puerta más importante que jamás puedas cruzar.