La puerta de las ovejas

Algunos siglos antes de Cristo, cuando los judíos se organizaron para restaurar los muros de la ciudad de Jerusalén, una de las primeras puertas en ser reparadas fue la Puerta de las Ovejas. Estaba entre el Templo y el estanque de Betesda. Los animales que iban a ser sacrificados en el templo, generalmente corderos y ovejas, pasaban por esa puerta, eran lavados y purificados en el estanque de Betesda y conducidos al altar del sacrificio. En práctica, cada oveja que cruzaba esa puerta tenía su destino sellado.

También Jesús es representado como un cordero llevado al matadero.

Debo decir que, al principio de mi vida con Jesús, un hombre me puso en serias dificultades. Basándose en la lógica de que oveja (o cordero) era sinónimo de muerte segura, dijo que los creyentes en Jesús estaban todos destinados a ser sacrificados en un altar.

Pero Dios es bueno y, unos días después, leí en Juan: "Si alguno entra por mí, será salvo; entrará, saldrá y hallará pastos". ¿Lo entiendes? ¡Entraremos y saldremos! No es cierto que los creyentes sean ovejas llevadas al matadero. Al contrario, por medio de Jesús entraremos al altar de la presencia de Dios Padre y no sufriremos ningún castigo porque la sangre de Jesús fue derramada para nuestra salvación. Saldremos y hallaremos pastos, descanso, paz y satisfacción. Ya no habrá muerte, sino salvación.