Obedecer aunque no entienda

Versículo clave:

“Confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia” — Proverbios 3:5 (NVI).

Reflexión:

Ayer vimos que obedecer a Dios no siempre se siente bien. Hoy vamos un paso más allá: muchas veces, tampoco se entiende. Y esa es una de las razones por las que más postergamos decisiones. Queremos entenderlo todo antes de movernos.

Pero la fe no necesita explicación completa, necesita dirección. Abraham salió de su tierra “sin saber a dónde iba”. María dijo “sí” a Dios sin entender cómo sería posible. Y nosotros también somos llamados a obedecer confiando, no controlando.

Dios no nos debe explicaciones. Él no es un jefe dando instrucciones técnicas; es un Padre guiando a sus hijos. Cuando no entendemos lo que está haciendo, podemos seguir confiando en quién es Él.

Lo que descubrimos cuando obedecemos sin entender es que la fe se fortalece. Nos volvemos más sensibles a su voz, más dependientes de su presencia. Y muchas veces, la claridad llega después de dar el paso, no antes.

Sí, queremos seguridad. Queremos que todo tenga sentido. Pero en la vida cristiana hay momentos donde caminar por fe es más poderoso que cualquier plan lógico.

Rendir nuestra necesidad de entender es rendir nuestro orgullo. Es decir: “Dios, confío más en tu sabiduría que en mi razonamiento”. Y ese es el lugar donde comienza la verdadera transformación.

Si en estos días Dios te ha estado hablando de algo, pero lo has frenado porque no tienes todas las respuestas, recuerda esto: no necesitas entender todo para obedecer. Solo necesitas decir: “Sí, Señor”.

Preguntas para reflexionar:

• ¿Estoy esperando entender todo antes de obedecer?
• ¿Estoy dispuesto a caminar por fe, no por vista?

Acción para hoy:

Haz una lista de las preguntas o dudas que te frenan. Luego, en oración, entrégalas a Dios y escribe una frase sencilla: “Obedeceré, aunque no entienda”.