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La promesa de Vida Eterna: La fe vence la muerte y asegura una resurrección futura

En un mundo lleno de incertidumbre donde el temor a lo desconocido nos rodea, la fe cristiana ofrece una esperanza valiosa y transformadora, la promesa de la vida eterna. Esta realidad no es meramente un alivio momentáneo, sino una realidad que transforma radicalmente nuestro punto de vista acerca de la vida, el dolor y la muerte.

La muerte, ese momento que para muchos representa el fin absoluto, en la fe cristiana se convierte en un umbral, no un punto final. Jesucristo conquistó definitivamente este temor cuando venció la muerte en la cruz y resucitó al tercer día. Su resurrección no solo representó un acontecimiento histórico, sino también una afirmación de que la muerte no posee la última palabra.

El apóstol Pablo lo expresó magistralmente en 1 Corintios 15:54-57: "Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. 55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. 57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo'". Estas palabras no son simples poesía, sino una declaración de victoria espiritual.

La fe nos proporciona la habilidad de percibir más allá de lo perceptible, comprender que nuestra existencia no finaliza con el último suspiro, sino que se mantiene en la majestuosa presencia de Dios. La eternidad no es un concepto teórico, sino una promesa personal de una comunión constante con nuestro Padre Celestial. Esta esperanza transforma radicalmente nuestra manera de enfrentar los desafíos en este mundo. El sufrimiento, el dolor, las pérdidas pierden su poder destructivo cuando comprendemos que son transitorios. La muerte ya no es una sentencia final, sino un paso hacia una realidad más plena y perfecta.

La resurrección de Cristo es la garantía de nuestra propia resurrección. No es una promesa vacía, sino un compromiso sellado con la sangre derramada de Jesucristo. Nuestra fe nos permite atravesar el valle de sombras sin temor, sabiendo que una vida gloriosa nos espera.

Cada día, entonces, podemos vivir con la certeza de que nuestro futuro no depende de circunstancias terrenales, sino de la fidelidad de Dios. La muerte ha sido vencida, la vida eterna es nuestra herencia, y la fe es el vehículo que nos transporta hacia esta sublime realidad. ¿Estás viviendo hoy con la perspectiva de la vida eterna? ¿Permite tu fe que la esperanza transforme tu presente?

Escrito por Jose Dasilva (Clase 2021 de Maestría en Divinidad).

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