Rasgado: Confiar en Dios cuando permite que otros te lastimenMuestra

En el 2020, después del confinamiento de dos semanas que la mayoría de las ciudades impusieron debido a la pandemia del COVID-19, viajé a Carolina del Sur para visitar a mis padres. Mis hijas y yo estábamos ansiosas por pasar tiempo con nuestra familia y escapar de los límites de lo que, después de tan solo unos días, parecía una casa cada vez más pequeña.
A pocos minutos de la casa de mis padres había un sendero para ciclismo de montaña, así que, después de acomodarnos, fui hacia allá. Aunque me considero una ciclista promedio, nunca había practicado ciclismo de montaña. Por la apariencia de este parque familiar, estaba segura de que el sendero sería sencillito.
Antes de comenzar en el sendero, uno de los pedales se partió en dos, dejándome con una varilla de metal del tamaño de mi dedo índice para pedalear. Era imposible. La frustración asomó su familiar cabeza en mi mente. Las opciones de entretenimiento eran escasas debido a las restricciones de la pandemia y justo cuando estaba a punto de pedalear hacia la positividad, me vi obligada a cancelar.
De repente, recordé que la bicicleta de mi hija de once años estaba en la camioneta. No era adecuada para mi cuerpo de cinco pies y seis pulgadas, pero estaba decidida a practicar ciclismo de montaña ese día. Así que, como un payaso de circo en una bicicleta pequeñita, me dirigí al bosque. Mis rodillas se quejaron inmediatamente, pero me obligué a seguir adelante. ¿Qué tan difícil podría ser? Resulta que muy difícil.
Aunque el ciclismo de montaña seguía siendo pedalear en una bicicleta, el terreno hacía toda la diferencia. Había agujeros inesperados y elementos que esquivar, raíces de árboles que me hacían golpear el bloque de cemento que el fabricante de la bicicleta llamaba asiento (cada vez más duro), curvas resbaladizas y colinas empinadas que simplemente no podía subir. La bicicleta era tan pequeña que si plantaba los pies en el suelo, básicamente estaba de pie.
Traté de minimizar mi necedad, diciéndome que esto sería una buena historia algún día. Pero más que una historia, Dios lo usó como una analogía muy significativa.
Después de salir del sendero, compré pedales nuevos y arreglé mi bicicleta. Con nueva determinación y músculos adoloridos, regresé al día siguiente. Fue menos difícil porque sabía qué esperar y dónde estaban las partes complicadas. Aunque caminé con mi bicicleta en varias partes del sendero, fue un paseo agradable. Tener una bicicleta del tamaño adecuado hizo una gran diferencia. ¿Quién lo diría, verdad?
De manera similar, lo que estaba enfrentando en mi vida durante esos años era un sendero muy difícil. Tan duro como el ciclismo de montaña. Clamé a Jesús, tratando desesperadamente de encontrar respuestas y de darle sentido al dolor punzante y constante. En respuesta, Dios me enseñó a través de las Escrituras, principios que lentamente me ayudarían a llegar al otro lado. Principios que, como una bicicleta y equipo adecuados para un sendero de ciclismo de montaña, me sostuvieron a través de la temporada rocosa y desastrosa que estaba enfrentando.
Si estás leyendo este plan, es probable que estés atravesando un camino de obstáculos, curvas aterradoras y bosques oscuros interminables. Te cuesta confiar en Dios porque es difícil reconciliar Su amor con el dolor que alguien te causó. En lo más profundo de tu corazón y mente te preguntas por qué, si Él te ama, permitiría lo que has vivido.
Tal vez a Jesús desde la banca, dudando en seguirlo por completo porque sientes que te ha rechazado, olvidado, o que no te escucha o no te ama de la misma manera que a otros creyentes. Crees que la bondad, la paz y el poder de Dios son reales y están disponibles... pero no para ti.
O tal vez nunca has abierto tu corazón a Jesús precisamente por las cosas que te han sucedido. Quieres creer en la posibilidad de tener una relación con Dios, pero no estás convencido de que sea alcanzable. Te preguntas si vale la pena seguir a un Dios que permite el dolor en el mundo y en tu vida. Sin embargo, los desafíos de vivir en un mundo caído te hacen anhelar un lugar de descanso, un lugar donde puedas encontrar sanidad, amor y vida. Es una dicotomía: desear una relación que al mismo tiempo rechazas debido a circunstancias que han aplastado tu esperanza y tu espíritu.
¿Es posible aceptar el mensaje de un Salvador que promete vida nueva, esperanza, transformación, agua para tu alma sedienta y perdón, al mismo tiempo que cuestionas tus circunstancias e historia de vida? Sí, es posible. No necesitamos comprenderlo todo para caminar con Él.
A pesar de haber enfrentado mucho dolor, he conocido el amor de un Padre celestial que me abraza, me sana y abre mis ojos a nuevas posibilidades a través de Su hijo, Jesús, y me ofrece consuelo, guianza e intimidad diaria a través de Su Espíritu Santo.
No pretendo tener todas las respuestas que buscas. Sé que el camino es dolorosamente difícil. Sé que es difícil volver a creer y continuar tu camino de fe sin respuestas a tus preguntas. Pero también sé por experiencia que atravesar esas temporadas de la vida es exponencialmente más difícil si no tienes el vehículo o las herramientas adecuadas para llegar al otro lado. Es como practicar ciclismo de montaña en una bicicleta de niño. Se puede hacer, pero será significativamente más difícil que con la bicicleta ideal.
Las lecciones que Dios me enseñó a través de años de quebrantamiento me sostuvieron y permitieron sobrevivir y llegar al final del sendero. El camino difícil continuó (lo que sucedió no fue borrado mágicamente), pero no dependía de un apoyo diminuto y frágil para superarlo; tenía Su Palabra y Su presencia.
Algunas preguntas siguen sin respuesta, pero lo que descubrí en las Escrituras fue suficiente para sanarme progresivamente y guiarme fuera del desierto hacia nuevos caminos y bendiciones. Lo que aprendí fue suficiente para que eligiera dejar mis preguntas atrás y volviera a confiar en Dios, no solo con mi futuro, sino también con mi pasado, sabiendo que Sus caminos y pensamientos son mucho más altos que los míos.
No conozco los detalles de tu historia, pero estoy segura de que es o ha sido tan dura como el ciclismo de montaña. Algunos caminos nos llevan a bosques aterradores de incertidumbre, soledad y desesperación. Entiendo cómo se siente, porque he estado allí. Pero Su amor me encontró y me fortaleció para seguir pedaleando a través de las lágrimas y el dolor. Ahora puedo decir con confianza que, a pesar de lo que te hayan hecho, puede haber belleza y bendiciones a través de y al final del camino.
Él es el Dios que pelea tus batallas, que crea belleza de las cenizas, que restaura lo que ha sido destruido y que da vida a huesos secos. Él es el autor magistral que entrelaza nuestras vidas e historias en un magnífico tapiz, y un costurero o sastre que nos prepara vestidos nuevos cuando los nuestros han sido rasgados. Abre tu corazón a Su invitación a seguirlo, pase lo que pase en la vida. No hay mejor lugar ni refugio más seguro. Él te sostendrá a través del dolor, Él te guiará a través de la noche.
Escrituras
Acerca de este Plan

Usando la historia de José como base, Rasgado aborda la lucha por reconciliar el amor de Dios con el dolor. Si nos ama, ¿por qué permite que otros nos lastimen? Este plan nos enseña cómo volver a tener esperanza e intimidad con Dios a pesar del sufrimiento, cómo confiar en Sus planes y poder para redimir nuestras historias, tener éxito en la tierra de nuestro aflicción y olvidar, fructificar y perdonar. Es una adaptación del libro en inglés "Rasgado: Confiar en Dios cuando permite que otros te lastimen" de Karenlie Riddering.
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Nos gustaría agradecer a Apertura812 por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: karenlie.wixsite.com/apertura
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