Rasgado: Confiar en Dios cuando permite que otros te lastimenMuestra

El engaño del dolor
Siempre habrá alguien que esté mejor y alguien que esté peor que tú. Es como esas encuestas que te dan en el médico. "En una escala del 1 al 10, ¿cómo describirías tu dolor?" Eh, ¿en comparación con qué? He tenido ulceritas en la lengua que calificaría como un 10 por el dolor que provocaba cuando raspaba contra mis dientes.
Al parecer, tengo lo que algunos llaman un bajo nivel de tolerancia al dolor. ¿Cómo podemos cuantificar lo que otros toleran en comparación con nosotros y nuestras situaciones exactas? Puede haber tantos factores, incluyendo los emocionales, cuando se trata de cómo sentimos el dolor.
¿Por qué ciertas cosas nos afectan profundamente, mientras que otras se pueden olvidar fácilmente? Nuestras vidas y las condiciones exactas por las que pasamos son únicas e irrepetibles. A menos que compartamos las mismas experiencias con otros, no tenemos una forma real de saber cómo reaccionaríamos en una situación dada. Es inútil; mi dolor es mi dolor, tu dolor es tu dolor. Sin embargo, podemos tener empatía.
Podemos relacionarnos con los productos del dolor y el quebrantamiento: el corazón adolorido, las lágrimas, la autoestima afectada, la tristeza y todo el remolino de emociones compartidas por aquellos que han sufrido, sin importar la causa del sufrimiento. En todo el mundo hay personas que enfrentan situaciones mucho más difíciles que la tuya y la mía, pero eso no invalida el peso de lo que experimentamos.
Esta crisis aumentó mi paciencia, comprensión y compasión por los demás. No sabemos lo que la gente a nuestro alrededor está pasando, sin importar cuán geniales, perfectos o ideales parezcan sus perfiles en las redes sociales.
Podemos vencer sobre la comparación del dolor buscando la presencia de Dios consistentemente. Su gracia es suficiente para aquellos que luchan contra el rechazo tanto como para quien ha sido víctima de trata sexual, secuestrado, golpeado, o que ha tenido a un ser querido asesinado o herido por otros. Cualquiera que sea el sufrimiento, Él es capaz y suficiente para sanarlo todo.
Jesús dijo: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33, RVR1960).
Aunque el sufrimiento es una consecuencia de vivir en un mundo pecaminoso, mi más profunda esperanza era ser librada del tipo de sufrimiento devastador. Sin embargo, allí estaba, desgarrada hasta el alma. Y saber de antemano que el sufrimiento era inevitable no lo hizo más fácil. Estaba herida, pero también anhelaba desesperadamente el consuelo que solo Él puede ofrecer.
Dios me recordó a Saúl, el primer rey de Israel, a quien Dios eligió y ungió para guiar a los israelitas. De hecho, el Espíritu de Dios, que en el Antiguo Testamento llenaba a las personas solo en momentos específicos, vino sobre Saúl y las Escrituras dicen que fue transformado (1 Samuel 10). La voluntad de Dios para Saúl era buena, pero Saúl tomó decisiones equivocadas que provocaron una avalancha de destrucción que, consecuentemente, le costó el reino.
Dios me recordó que el hecho de que las decisiones de otra persona me afecten y provoquen dificultades no es un reflejo de Su voluntad, sino una manifestación del libre albedrío de otras personas. El Espíritu Santo me recordó Su promesa de que “…a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28, RVR1960). Esta promesa nos asegura que incluso a través de la confusión y la angustia, Dios puede hacer obrar las cosas para nuestro bien. ¡Cómo lo hace es una obra maestra de gestión de proyectos que solamente un Dios soberano puede orquestar! A veces, las bendiciones ocultas que vienen con el quebrantamiento se hacen evidentes rápidamente. Otras veces, como en la historia de José, pueden pasar años antes de que se revelen.
Las circunstancias difíciles se convierten en el centro de nuestro universo y todo lo demás palidece en comparación con lo que estamos pasando. Sin embargo, no vivimos aislados del resto del mundo. Nuestras historias están entrelazadas y conectadas con cientos de personas a nuestro alrededor, personas que vinieron antes que nosotros y personas que vendrán. Nuestras acciones afectan a los demás, ya sea intencionalmente o no, y lo que los demás hacen y deciden, nos impacta a nosotros también. Dios trabaja dentro de los parámetros de nuestro libre albedrío para cumplir Sus propósitos para nosotros, el mundo y aquellos que se cruzan en nuestro camino.
No podemos medir Su amor de acuerdo a la presencia o ausencia de dolor en nuestras vidas. La permisividad de Dios no invalida Su amor.
Si Su permisividad fuera un reflejo de Su amor, podríamos argumentar que Él no amaba a Su hijo, Jesús:
"Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio y reunieron a toda la tropa alrededor de él.Le quitaron la ropa y le pusieron un manto color escarlata. Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza; en la mano derecha le pusieron una vara. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo:—¡Viva el rey de los judíos! También lo escupían y con la vara golpeaban su cabeza. Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo" (Mateo 27:27-31, NVI).
¡Dios permitió que a Jesús también le quitaran su ropa! La versión NIV en inglés usa la palabra stripped, desgarrado.
Si desacreditamos el amor de Dios bajo el argumento de que no es real porque Él permite el dolor o las dificultades, entonces según ese razonamiento, debemos concluir que Dios no amaba a Su propio hijo. ¡Pero sabemos que lo contrario es cierto!
El amor de Dios era inmutable, pero Sus propósitos para el mundo tenían que permitir el desgarre de Jesús. Jesús describió esta permisividad cuando fue arrestado y Pedro hirió a uno de los hombres con su espada:
"¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?¿Pero cómo entonces se cumplirián las Escrituras, de que es necesario que así se haga?" (Mateo 26:53, 54 RVR1960).
Si Jesús hubiera cambiado de opinión acerca de morir por nuestros pecados, Dios habría enviado instantáneamente a esos ángeles. Sin embargo, Su propósito para la humanidad TENÍA que permitir esta parte dolorosa del plan. ¿Cambió eso el amor de Dios por Jesús? No, más bien demostró Su gran amor por NOSOTROS.
La vida se ve diferente a través del lente que ve a un Salvador que eligió someterse al sufrimiento precisamente porque Su amor era demasiado profundo e implacable para dejarnos perdidos en nuestros pecados.
No hay mejor lugar a donde correr con nuestro quebrantamiento que al Dios que entiende lo que es someterse a la fragilidad y las dificultades de la vida. Él nos entiende porque fue un varón de dolores, desgarrado por aquellos mismos a quienes vino a redimir. Sin embargo, el resultado de Su dolor fue nuestra salvación. Sus heridas y crucifixión fueron el precio por nuestros errores.
Si Dios permitió que Jesús fuera desgarrado, entonces puedo elegir confiar en Él cuando permite situaciones que no entiendo. Su permisividad no invalida Su amor por mí. Su permisividad responde a Su soberanía y justicia.
Acerca de este Plan

Usando la historia de José como base, Rasgado aborda la lucha por reconciliar el amor de Dios con el dolor. Si nos ama, ¿por qué permite que otros nos lastimen? Este plan nos enseña cómo volver a tener esperanza e intimidad con Dios a pesar del sufrimiento, cómo confiar en Sus planes y poder para redimir nuestras historias, tener éxito en la tierra de nuestro aflicción y olvidar, fructificar y perdonar. Es una adaptación del libro en inglés "Rasgado: Confiar en Dios cuando permite que otros te lastimen" de Karenlie Riddering.
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Nos gustaría agradecer a Apertura812 por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: karenlie.wixsite.com/apertura









