Refugio en Su Palabra

Cuando estamos siendo atacadas por alguien, nuestra esperanza, ayuda y libertador es Dios. Antes de pensar en vengarnos o huir, debemos buscar Su favor y su guía. Él es nuestro protector, castillo fuerte y libertador, nuestro refugio seguro en medio de la tormenta.

El salmista nos muestra el amor tan profundo que siente por la Palabra de Dios. Él la conocía, la meditaba y la atesoraba en su corazón. Hoy nosotras tenemos el privilegio de tenerla completa en nuestras manos, de principio a fin, como revelación viva de Dios a Su pueblo.

Es momento de preguntarnos: ¿qué tanto amamos Su Palabra? ¿La atesoramos en nuestro corazón, la meditamos y la obedecemos en cada aspecto de nuestra vida? ¿La seguimos con dedicación, o solo nos aferramos a lo que nos gusta escuchar y leer de ella? Amar Su Palabra significa aceptarla en toda su extensión, incluyendo sus enseñanzas que nos confrontan y nos transforman.

Cuando dependemos de Su Palabra, encontramos fortaleza, claridad y dirección para enfrentar las pruebas. Nos sostiene cuando nos sentimos débiles, nos guía cuando estamos confundidas y nos recuerda que Dios es fiel y su Palabra nunca falla. Que cada día busquemos acercarnos más a Él, confiando plenamente en su Palabra, porque en ella hallamos vida, libertad y victoria sobre todo enemigo.